Ya no hay máquinas encendidas. Las líneas de producción de las ensambladoras de vehículos de Carabobo están paralizadas y de donde salían carros y progreso, ahora solo hay galpones que funcionan como depósitos de repuestos y de algunas unidades importadas.
La manufactura está en cero. De las tres empresas del sector que operaban en la entidad solo se mantienen las infraestructuras de Ford y la antigua Chrysler de Venezuela, que ahora se llama Stellantis (fusión de Fiat Chrysler (FCA) y de Peugeot PSA). Ahí, los pocos trabajadores que quedan cumplen labores de inventario y venta.
Las instalaciones de General Motors están en abandono, tras el cese de operaciones de la firma en el país en abril de 2017, luego del embargo hecho por las autoridades nacionales, expone en una nota El Carabobeño.
Christian Pereira dedicó 26 años de su vida a FCA y recuerda con nostalgia cómo era la dinámica de quienes eran parte de la industria automotriz en el país. “En Venezuela vivimos dos etapas de oro en el sector. La primera fue en la época de la industrialización a partir de los 60 cuando empezaron a aparecer nuevas marcas transnacionales y se desarrolló de manera importante de industria de autopartes que se diversificó a 100 empresas que hacían partes de vehículos para el ensamblaje y la reposición”
La última etapa destacada por quien también fue sindicalista fue la vivida entre 2006 y 2013. El otorgamiento de divisas daba la posibilidad a estas empresas a adaptar sus líneas de producción para producir nuevos modelos, simultáneamente con los lanzamientos que se hacían en otros países como Estados Unidos.
Pero todo cambió. “Teníamos un parque automotor al día desde el punto de vista internacional y eso fue mermando a partir de todo el conglomerado de situaciones económicas, políticas y sociales que hemos vivido en los últimos 10 años hasta que hoy que la industria automotriz prácticamente no existe”.
La última ensambladora que produjo en Venezuela fue Toyota, al oriente del país, con algunas unidades de Corolla, Hilux y Fortuner, hace dos años. En Encava, este año hubo una reactivación con el ensamblaje de autobuses, motocicletas y camiones a una capacidad que ha ido aumentando paulatinamente.
Sin condiciones para la reactivación
El problema de la industria automotriz en Venezuela no fue solo la falta de divisas para la importación de material CKD (Complete Knock Down) para el ensamblaje de vehículos. También se deriva de la falta de recursos para la inversión en la adaptación de las líneas de producción para los nuevos modelos.
Se trata de alrededor de 100 mil dólares por modelo y las empresas producían un promedio de cinco nuevos al año, lo que se traduciría en una inversión de 500 millones de dólares y no hay un mercado que garantice ese retorno del capital.
“Por cada modelo que fallece en la obsolescencia hay una necesaria reproducción de tecnología, adaptar máquinas, prensa, preparación de mano de obra y esquemas de comercialización novedosos… Actualmente, no están dadas las condiciones para asumir un reto como ese”.
El esquema de producción tiene que ver con la planificación del país y Venezuela está en una situación que en la que lo político no da garantías a las transnacionales de recuperar las inversiones que hacen. “Hoy en día no existen las condiciones que había antes para que las empresas tengan ingresos”.
De la aristocracia obrera al comercio informal
Obreros de nómina diaria. Eso era la mayoría de los más de 10 mil trabajadores entre las siete ensambladoras de vehículos que operaban en Venezuela. Aún así, eran llamados la aristocracia obrera.
Pereira era parte de ese grupo en el que se tenía un perfil de vida de clase media o media alta. “Podíamos comprar ropa en centros comerciales, pasar vacaciones en Margarita con nuestras utilidades y los beneficios de las convenciones colectivas, nuestros hijos estudiaban en colegios privados, nos mudamos de barrios a urbanizaciones…”
Y todo eso se transformó. “Nos cambió la vida”. Ya no había condiciones en las empresas para producir y mantener las nóminas”.
La mayoría de estos trabajadores forman parte de las cifras de migración. Se trata de mano de obra muy calificada entre latoneros, pintores, soldadores, especialistas en metal mecánica, controles de calidad e ingenieros que hacían en Venezuela lo que en otros países hacían unos robots, y ahora viven de lo que aprendieron en la industria.
Pero quienes se quedaron en Venezuela se dedican a vivir el día a día. “Toca sobrevivir, ser comerciantes, vender cualquier cosa, inventar negocios…”.
Entre todas las empresas ligadas a la industria automotriz eran más de 90 trabajadores en el país, incluyendo a las autopartes. A todos ellos la vida les cambió, así como lo han hecho las empresas que dejaron de ser grandes motores de la economía nacional para convertirse en depósitos de repuestos.
Por Agencia