Mirsana Quintero, de 68 años, cruzó a Colombia por la trocha La Pampa. Aunque el puente internacional Simón Bolívar estaba abierto, no cumplía con el `pico y cédula` implementado por las autoridades del vecino país y le urgía llegar a tierras neogranadinas lo antes posible. La travesía fue rápida, pues contaba con un guía.
Al guía lo contactó desde que estaba en su estado, La Guaira. Alguien le pasó el número del Maracucho, una persona que califica de confiable y quien, además, le consiguió los pasajes para salir desde el corregimiento de La Parada, hasta la ciudad de Medellín, donde la esperaba uno de sus tres hijos migrantes.
La historia de Quintero se multiplicó en el 2021. Como ella, son muchos los casos de venezolanos que abandonaron su país en un año signado por ciertas flexibilizaciones, pese a lo latente que sigue la pandemia. El avance en el sistema de vacunación ha permitido mayores concesiones.
Antes de la reactivación del paso peatonal, el pasado 25 de octubre, el puente de San Antonio del Táchira funcionaba meramente para los casos humanitarios; el resto tenía que emplear los caminos verdes para poder llegar a Colombia, ya sea porque migraban a algún departamento de la nación hermana o porque usarían el país como puente.
En el instante de atravesar la trocha, la sexagenaria andaba con otras tres personas, todas migrantes. El Maracucho les sirvió de guía a los cuatro. Ninguno se quejó del trayecto, se sentían seguros por el respaldo que les garantizaba el ciudadano contratado. Muchos hacen lo mismo durante el éxodo.
De acuerdo con cifras manejadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el número de migrantes venezolanos, regados por el mundo, tras la agudización de la crisis económica, política y social, raya en los 6 millones, y en 2021, pese a la pandemia, el escenario migratorio no se detuvo.
Quintero entra en esas estadísticas. “Me costó mucho tomar la decisión, pues no quería salir de Venezuela, pese a todas las dificultades que tenemos”, manifestó sentada en una isla de La Parada, donde descansaba su humanidad tras haber cruzado la trocha, y con la certeza de que algún día retornará.
La dama tiene tres destinos. Dos hijos viven en Colombia, en ciudades distintas, y el tercero en Perú. Aún no sabe en qué zona se asentará para echar raíces, pues es consciente que a su edad las oportunidades laborales se reducen. “Mis hijos me conocen, no soy mujer de estar metida en la casa”, sentenció.
La implementación del método 7+7, durante los 10 primeros meses del 2021, provocó una disminución en torno a la cantidad de personas que se arriesgaban a caminar, desde sus regiones y hasta la frontera, en un peregrinaje que continuaban una vez lograban pasar hacia Colombia por las sinuosas trochas.
Medellín, Cali y Perú
“Mis hijos quieren que los vea”, soltó la venezolana. Lleva contados los años que tiene sin tener contacto físico con ellos. “Uno los quiere ver y hay que conformarse con esa llamada, con esa fotico”, prosiguió con un nudo en la garganta, pues es “bastante triste tenerlos lejos. Hay veces que uno no duerme pensando en ellos”.
A uno lleva cinco años sin verlo, a otro cuatro. A la que está en Perú tiene tres años sin poder darle un abrazo. La primera escala que va a hacer Quintero es Medellín. Allí piensa estar mes y medio, para luego saltar a Cali, donde permanecerá otro mes y medio. Cumplidos los tres meses en Colombia, se dirigirá a Perú, donde permanecerá otros tres meses.
Para la jubilada del Ministerio de Educación, institución a la que le invirtió más de 27 años de su vida, la decisión de si se queda viviendo en Colombia o en Perú, la tomará una vez hayan pasado los seis meses de prueba. “Pa´lante es para allá. Hay que poner de nuestra parte, pues ellos no están muertos, sino trabajando, luchando fuera de su país”, dijo.
El viaje desde La Guaira, donde vivía actualmente la larense, hasta la frontera, fue largo, pero tranquilo, recalcó la dama de la tercera edad. Nunca había emprendido un viaje hacia la frontera, zona que le pareció agradable en el corto tiempo que tuvo para contemplar algo del dinamismo que genera.
Tanto en San Antonio del Táchira, como en La Parada, se observa constantemente a personas con maletas. No todas son migrantes, pues también están las que vienen de retorno a Venezuela tras haber experimentado, durante meses o años, una vida alejada de sus raíces, de su patria.
Quintero ora mucho. Para ella, el mejor trabajo que ha tenido es el que hace al lado del Señor. Su palabra le da el aliento y el vigor que requiere para seguir adelante, sin titubear. “Dios es todo para mí. Hay que seguir sus enseñanzas, obedecerle para contar con su eterna protección”, aseveró.
Peligros latentes
Recientemente, la ONU ha sido enfática en los peligros que siguen pasando los venezolanos al abandonar su país. Destacan las condiciones climáticas extremas, las amenazas en cuanto al tráfico de personas, explotación o abusos por parte de sujetos que se aprovechan de su desconocimiento a la hora de migrar.
De los 6 millones de venezolanos regados por el mundo, cerca de 5 millones están en Latinoamérica y el Caribe, razón que motivó al Sistema de Naciones Unidas a lanzar un plan que permita brindarles mejor acogida a los migrantes que arriban a más de 17 países de la región. El panorama, para la mayoría, continúa lóbrego.
Quintero poco sabe de la existencia de las organizaciones internacionales. Es consciente de la ayuda que brindan, pero hasta ahí, ya que nunca ha estado en contacto con alguna de ellas, ni ha tenido información detallada sobre su funcionamiento y la forma como se enlazan con los grupos de migrantes.
“Gracias a Dios, no me he tropezado con gente que quiera aprovecharse de mi situación de migrante. Hasta los momentos, todo ha marchado bien, tanto para mí como para el grupo que viene conmigo”, aclaró quien no ha dejado de encomendarse a Dios durante el trayecto que ha recorrido.
“Nunca pensé que migraría”
El amor que siente por sus hijos y el ver que Venezuela no avanza, la llevaron a tomar una decisión que, al principio, estuvo arropada por el temor. “Mis hijos me quieren mucho y yo los amo. Tenía temor de migrar, pero ya no, hay que vivir la experiencia. Jamás pensé que dejaría a mi país a esta edad; recuerde que nosotros éramos muy felices, lo tuvimos todo”, dijo.
Para la dama, en la actualidad, Venezuela está en el suelo, “no tenemos nada que ofrecerles a nuestros hijos, para decirles vénganse. Y el gobierno menos; Venezuela es del gobierno. Para levantar a Venezuela, pasarán muchos años, y yo no lo veré”, aseguró.
En su país, Quintero dejó otros tres hijos. La nostalgia los invadió durante la despedida. “Fueron fuertes y me acompañaron hasta Caracas”, relató quien no ha dejado de comunicarse con ellos vía WhatsApp. Ahora son los de Venezuela los que estarán alejados de la sexagenaria. “La vida es así, pero pa`lante, no hay de otra”, remató.
Por: Agencia