domingo, diciembre 22

El sueño de una pesadilla llamada: «Paso del Darién»

¡Jamás la había oído nombrar!… No conocía ni el lugar de esa Selva, y cuando empezaron hablar de ella, como el sueño para llegar al país Americano, tuve que ubicarme en la geografía para entender esa travesía que ya amigos míos empezaban a nombrar como alternativa de salida de nuestro país en búsqueda de un sueño americano. Toda una épica de una travesía por un sueño que termina en muchos casos siendo una pesadilla.

Hemos ido conociendo » el paso por el Darién», por medio de informaciones, videos y relatos que nos van llegando por las redes sociales, de aquellos que la alcanzaron y la definen como su propia pesadilla y otros la viven desde su propia tragedia familiar.

Pero cuando ya vamos sintiendo común los relatos de supervivencia y muerte cercano a nuestro entorno, es cuando las emociones conectan con el conocimiento y el corazón, para entonces comenzar a entender este paso.

El Darién es un Parque Nacional situado en la provincia de Darién, Panamá. Está aproximadamente a 325 kilómetros de la ciudad de Panamá, es el más extenso de todos los Parques Nacionales de Panamá, con 5790 km², y es uno de los sitios declarado como Patrimonio de la Humanidad más importante de Centroamérica.

La mayor parte del parque, especialmente la que limita con Colombia, era una zona bastante virgen, hasta que fue hollada por la planta de una oleada de venezolanos que se vieron obligados a abandonar su suelo patrio en búsqueda del «American Way of Live».

Muchos de estos compatriotas fueron quedando en el camino debido a las condiciones inhóspitas de una selva por donde deben transitar para alcanzar la frontera con Los Estados Unidos de Norteamérica.

Recientemente vivimos muy de cerca los aciagos momentos que vivió la concejal amiga, Milagros Vílchez, con su hija Limyu quien se atrevió a cruzar el Darién y casi pierde la vida en el intento. Gracias a Dios, hace pocos días, logró regresar a su tierra al lado de su desesperada madre, a quien vimos por todos los medios, pidiendo auxilio para su hija, que había colapsado en medio de la selva y se había logrado comunicar con su familia.

Se me partía el alma, con otro venezolano que, desesperado por la incapacidad de caminar por el ataque de extraño hongos en sus pies, solicitaba ayuda de familiares, los fueran a rescatar luego de tener más de 3 días tirado en medio de la selva sin poder avanzar. Y así infinidades de historias, ahogamientos y muertes, que yo solo concebía posible en las aguas tropicales cubanas, en donde terminaba la vida de muchos, en las fauces de hambrientos tiburones.

Esta vorágine, este torbellino que ha enlutado decenas de familias de venezolanos y también de otras nacionalidades, tiene que de alguna manera pararse.

Es un momento de detenernos a reflexionar sobre esta realidad de un país que antes era concebido como la tierra de refugiados del mundo entero. El venezolano jamás fue migrante. Por el contrario, hemos sido siempre brazos abiertos para recibir con nuestro calor humano todo aquel que lo necesitara.

Tenemos que volver a buscar caminos urgentes de entendimiento y soluciones para comenzar a garantizar a venezolanos la posibilidad de su desarrollo y progreso económico. Se tiene que hacer un esfuerzo colectivo para la recuperación de la economía que no solamente impida esa diáspora que ha llevado a unos 7 millones de venezolanos a abandonar su tierra, sino, quienes han partido regresen al reencuentro con sus familias y con un país en caminos de Nueva prosperidad.

¡Tenemos el deber moral de detener toda esta fuga de un valioso capital humano, en su mayoría jóvenes profesionales que ahora están contribuyendo al progreso y desarrollo de otros países, en lugar de hacerlo con el suyo propio, como siempre lo fue!

Venezuela se encuentra actualmente entre los primeros 5 países del Mundo de mayor diáspora humana, solo que 4 de estos países están en guerra y nosotros «no!”

Entonces, ¿Vamos a seguir indiferentes siguiendo esto como meros espectadores de un video de aventura y terror, o vamos a poner lo mejor de nuestra creatividad política e intelectual para ayudarnos, a construir un camino diferente y con signos de esperanza?

Me escribo a mí misma, a ti y otros que sabemos que no hay solución fácil, pero no por ello imposible que permita aligerar nuestros pasos torcidos y nos permitan construir una vía de doble vuelta. Una vuelta, marcada por el compromiso de construir verdaderas soluciones viables y freno de tanta corrupción, y otra vuelta, de señales de confianza y mecanismos económicos que permitan a muchos desear volver a la patria Madre y arriesgarse entonces a construir un nuevo y moderno país.

¡Ese es mi sueño, pero llamado Venezuela!

 

Por: Iraida Josefina Villasmil