El papa Francisco presidió este domingo una misa ante 10.000 fieles en Venecia en la que advirtió del impacto del turismo de masas para el medioambiente, en su primer viaje en siete meses debido a su delicado estado de salud.
El papa de 87 años mostró un buen semblante y cumplió con una agenda cargada, unas semanas después de sufrir un episodio de fatiga que generó preocupación durante la Semana Santa.
Tras visitar una cárcel de mujeres, el jesuita argentino llegó a la plaza de San Marcos de Venecia a bordo de una embarcación que navegó por el Gran Canal escoltada por una multitud de gondoleros.
Jorge Bergoglio hizo referencia a la «encantadora belleza» de Venecia y enumeró «los numerosos problemas que la amenazan«, entre ellos el cambio climático, «la fragilidad de su patrimonio cultural» y el turismo de masas.
«Venecia está unida a las aguas sobre las que se asienta y, sin el cuidado y la protección de este entorno natural, podría incluso dejar de existir«, advirtió en su homilía.
La visita del papa coincide con la reciente entrada en vigor en Venecia de una tasa de entrada de 5 euros (5,35 dólares) para los turistas que visiten la ciudad por un día, con el objetivo de proteger a esta localidad patrimonio de la Unesco.
«No se rindan»
En la mañana el papa aterrizó directamente en un helicóptero en el patio de una cárcel para mujeres situada en la isla de la Giudecca. La prisión alberga una exposición de obras de arte promovida por el Vaticano, en el marco del la 60ª Bienal de Arte Contemporáneo de Venecia.
Francisco saludó, una por una, a las cerca de 80 reclusas, al personal administrativo y penitenciario y a los voluntarios.
En este antiguo convento para mujeres, convertido ahora en una prisión para reclusas con largas condenas, el papa afirmó que «la cárcel es una dura realidad, y problemas como el hacinamiento, la falta de instalaciones y recursos, y los incidentes violentos generan mucho sufrimiento«.
Pero destacó que la prisión, «también puede convertirse en un lugar de renacimiento«.
«¡Ánimo, y adelante! No se rindan«, dijo el pontífice tras recibir regalos elaborados por las presas.
Lejos de los focos y las multitudes, la exposición en la cárcel organizada por la Santa Sede es una de las más destacadas de la Bienal artística y ofrece a los visitantes una experiencia inmersiva y desconcertante, en la que las obras de arte conviven con un alambre de espino.
Chiara Parisi, comisaria de la exposición, destacó «el asombro» y «la esperanza» de las reclusas por esta visita.
Jorge Bergoglio habló con los artistas que participaron en la exposición, reunidos en la prisión, y destacó el papel del arte en la lucha contra «el racismo, la xenofobia, la desigualdad y el desequilibrio ecológico«.
Nuevos viajes en la agenda
Antes de la misa, Francisco pronunció un discurso ante un grupo de 1.500 jóvenes ante la emblemática basílica de Santa Maria della Salute de Venecia, cuya majestuosa cúpula domina la entrada del Gran Canal.
«¡Dejen de lado sus teléfonos móviles y vayan al encuentro de la gente!«, les pidió el papa.
Maela Pellizzato, una veneciana de 64 años que acudió a la plaza San Marcos para rezar «por la paz en el mundo«, afirmó que la visita es «un momento fundamental» para la ciudad.
Después de un momento de recogimiento en la basílica de San Marcos, el pontífice retornó al Vaticano.
Francisco es el cuarto papa que visita la Ciudad de los Dogos, tras Pablo VI (1972), Juan Pablo II (1985) y Benedicto XVI (2011).
Su historia está estrechamente ligada a la del papado. En el siglo XX, tres patriarcas de Venecia llegaron a ser papas.
Tras este viaje, el jesuita argentino tiene previsto realizar otros dos al norte de Italia, a Verona en mayo y a Trieste en julio.
Esto no impidió al Vaticano anunciar una ambiciosa gira papal a los confines de Asia y Oceanía en septiembre, el viaje más largo del pontificado de Jorge Bergoglio, que se presenta como un ambicioso reto pastoral y físico.
Por: Agencia