viernes, noviembre 15

El país más difícil de entender

En los inicios de mi carrera universitaria en Maracaibo estaba el desaparecido cine París con sus martes clasicos. Era un nuevo mundo para mi que venía de apreciar el cine a las patadas en mi adolescencia paraguanera. Literalmente a patadas, con mis amigos después de salir de ver. El gran jefe o Contacto en China con el gran Bruce Lee.

Así que descubrir la obra de grandes realizadores del cine europeo me hacía sentir como un Cristóbal Colón de butaca. Uno de esos martes clasicos acudí a ver. La Dolce Vita de Federico Fellini. Me pareció una obra fascinante. Allí me encontré con quién se convertiría en uno de mis actores favoritos. Marcelo Mastronianni. Allí está esa escena inolvidable con Anita Ekberg metida en la Fontana di Trevi. El personaje principal representa a un fotógrafo que persigue a las estrellas de cine, un precursor de los paparazzi. Pero siento que algo raro sucedía con la película, no la entendía, algo que los intelectualosos tratan de aclararme las dudas con comentarios en voz alta en la oscuridad de la sala.

_Que genio es este Fellini con el manejo de los tiempos.

_ Arrechisimo. Mira los giros que le da al guión.

_Mira como introduce a los personajes después de desarrollar los conflictos.

_ Que bárbaro. Nunca ví algo así. Si hasta pone los créditos en la mitad de la película.

A la semana siguiente me enteraría por un amigo del proyeccionista que este se confundió y paso los dos rollos de la película al revés. O sea que empezó por el final de la película y terminó con el comienzo.

Pasa en las películas y pasa en la vida real, como dicen en TNT.

A nosotros los habitantes de esta patria querida nos han acostumbrado a pasarnos la película al revés y por supuesto cada interpretación de los hechos es libre

Me perdonan la arjonada pero aquí pasa de todo para que nunca pase nada Las tuercas se enroscan hacia la izquierda también. Entonces uno escucha frases con disparates semejantes como en la oscuridad de hace mucho tiempo en la sala del cine París.

Un país que cambió el por el valor de la palabra por ese recurso siempre renovable como lo son las excusas de los mitómanos y las consignas onomatopéyicas para disimular la realidad.

Una población desencantada dónde cada quien interpreta una película invertida, Una sociedad escéptica dónde solo hay villanos, dónde nadie cree en nada ni nadie.

Una buena noticia es algo inusual. Aún así muchos dicen que este es el país más alegre del mundo. Aún no hay tantos suicidios como en Suecia. Allá es por aburriendo, aquí puede ser por los bolsillos vacíos, por un cacho, por una enfermedad terminal, por bullying e infinidad de razones más.

Entonces vuelve aquella pregunta de la campaña electoral de la campaña electoral de Luis Herrera Campins, nunca respondida hasta el sol de hoy.

¿Quién arregla esto?.

En un país dividido en millones de mentalidades diferentes, pero con un sentimiento de protagonismo y con la escasez del entendimiento tan necesario, en estos días de repeticiones infinitas de las jugadas, la respuesta es más segura que un tiro al piso en este imperio de las excusas.

Estamos en eso.

La verdad es que ni yo entiendo mi artículo de hoy. ¿Será que lo escribí al revés?.

 

Por Amos Smith