“Siempre cosechas lo que siembras. No hay atajo”, Stephen Covey
Él era un chamo cuando los militares se alzaron en febrero y noviembre de 1992. Algo como 14 años a cuestas tenía Luis Carlos Revette “El Koki” cuando las rebeliones del 4F y 27N, teñidas de rojo con verde, movieron el piso de Venezuela y a la vuelta de 30 años de aquellos sucesos, la vida del venezolano no es la misma ni en nada se parece a la que los “libertadores” de la V República nos prometieron al sacar de circulación por un buen rato de la escena política a adecos y copeyanos.
Al cierre y entrega de este artículo para su publicación, nos llega la información del colega de la fuente de sucesos, Román Camacho, acerca del deceso de Revette y su pana Carlos Gómez “El Conejo”, en el sector La Arenera, al enfrentarse a la policía en la mañana de este martes.
Antes de saberse su muerte, cierto o no, la verdad es que si Luis Carlos Revette de verdad o sólo se trató de una mentira que estaba del otro lado de la frontera, una cosa sí fue segura y es que esa especie corrió como pólvora este último fin de semana a través de las redes sociales como versión que ganó peso y fuerza sobre la presunta aparición de El Koki en Las Tejerías, estado Aragua, —tierra del flaco Baüer— cayéndose a plomo limpio con los organismos policiales donde decían las noticias que “El Conejo”, aliado circunstancial, daba apoyo a su pana, líder y dueño por un buen tiempo de los espacios de la Cota 905 y sus alrededores. Sin embargo, más de uno no le dio crédito a la presunta aparición de El Koki, atribuyendo más bien que se trató de un trapo rojo lanzado por el gobierno desde Miraflores para desviar la atención de la opinión pública de los multiplicados problemas que golpean a diario al ciudadano común que tienen que ver con inseguridad, desempleo, inflación, ausencia y deficiencia de servicios públicos, pobreza extrema, apagones, escasez de gasolina, gas-oil, alto costo de la comida y creciente migración.
“No vale ese no puede ser El Koki. Él está en Cúcuta ni pendejo que fuera” decían algunos tuits.
Verdad o no acerca de las tropelías de El Koki, cual destacadísimo personaje del mundo delictivo que la propia Revolución ha hecho súper famoso, él es más bien otra víctima de la desgracia socioeconómica, de la marginalidad o de la pérdida de valores que vive la patria que nos pertenece a los millones que han huido a otros países cercanos o muy lejanos o de quienes seguimos aquí. Ahora, casualmente en el mes de febrero cuando el gobierno celebra a lo grande el 30 aniversario de la rebelión del 4F, —cuando según el discurso político deberíamos tener mejor calidad de vida— El Koki arrugó su cara, mostró sus dientes y puso a prueba su propia rebelión enfrentando al Estado en una especie de novela “Hecha en Socialismo” con capítulos de pura violencia que la recibimos por entregas en primera fila de tiempo en tiempo donde “buenos” y “malos” dejan ver el mejor y sofisticado armamento como en una película de Hollywood.
Ahora bien, las noticias siguen corriendo y correrán por las redes sociales pero más de uno no anda ni pendiente de si fue o no El Koki y sus panas los que aparecieron en Las Tejerías, sino que cada jefe de familia o madre que cumple ambos roles al frente del hogar corre su propia carrera, —además de cuidarse del Covid19— para garantizar a la familia, especialmente a menores y abuelos, la comida necesaria que el cuerpo requiere para garantizar el funcionamiento de órganos que no nos haga vulnerables a enfermedades que paralicen el motor de la vida. Eso de comer tres veces al día es difícil verlo en estos tiempos de Revolución Bonita en muchos hogares. ¿Es acaso un secreto a voces qué hay familias que sólo medio hacen una comida una sola vez al día? Otras con más suerte por tener algún familiar, pariente o amigo en cualquier rincón del mundo puede que coman dos y tres veces al día cuando cae la remeza, pero ese privilegio de tener una ayuda extra al presupuesto familiar es un porcentaje menor en comparación con el hambre y el crecimiento de la pobreza extrema que ha ganado terreno como la maleza en un país con las mayores reservas mundiales de petróleo, donde a diario comprar alimentos es un verdadero “atraco” por precios inalcanzables al bolsillo y donde, paradójicamente, los productores del campo arriman a sus costos de producción el carísimo gasoil que deben pagar en moneda distinta al devaluado “Bolívar” para mover la maquinaria y el transporte que trae a las ciudades la cada vez más carísima carne, leche, pescado, hortalizas, granos o verduras de la inestable dieta del venezolano.
El otro drama es enterarnos del fallecimiento de venezolanos que decidieron irse de nuestro país por no soportar las consecuencias de una economía destruida, riqueza mal administrada y donde la corrupción le ha ganado terreno a la Venezuela honesta cuando nos enteramos del desfalco de los dineros públicos que desvían su camino y no se convierten en más escuelas, hospitales, viviendas, universidades, tecnológicos o en desarrollo agropecuario sino que han ido a parar a cuentas de corruptos que se dan la gran vida alrededor del mundo. Hace 15 días lamentamos la muerte de la niña zuliana, Victoria Valentina, que pereció por inmersión al intentar con su mamá atravesar el río Bravo, entre México y Estados Unidos. Días después cuatro venezolanos murieron en Ecuador cuando les cayó una estructura de metal encima. Luego otros cuatro venezolanos murieron en una carretera de Colombia cuando iban en tránsito hasta Ecuador al volcarse el autobús en el que viajaban y, lo más reciente, un bebé venezolano murió impactado por una bala que disparó la cobarde, criminal y asesina mano de la Guardia Costera de Trinidad y Tobago contra una embarcación que llevaba a 13 migrantes civiles venezolanos. ¿Tienen alguna justificación estas muertes absurdas? Por supuesto que no. Estos compatriotas no tendrán un toque de diana como seguro sonó la trompeta en algunos sitios de Venezuela cuando el 4 de febrero recordaron a los caídos 30 años atrás.
Y en esta lista de los que se fueron y no regresaron recordamos que un día 9 de febrero—hace un año—nuestro colega y hermano de la vida, José Luis Zambrano, ofrendó su vida al no resistir el virus del Covid-19 que lo mató en Santiago de Chile. Otros compatriotas por esa y otras causas también salieron huyendo de su tierra y no regresarán.
Seguro el nombre de El Koki ya no volverá a aparecer por pasar a mejor vida, pero eso seguro dudará poco y otro personaje ocupe su lugar cuando circunstancias políticas de tratar de tapar el Sol con un dedo, le sirvan como recurso de distracción al gobierno como alguna vez el desaparecido ministro del gobierno de Rafael Caldera, el zuliano, Teodoro Petkof, aseguró en momentos difíciles —cuál epitafio— que “estamos mal, pero vamos bien”.
Por: José Aranguibel Carrasco / CNP-5003