lunes, diciembre 23

El horror de un migrante venezolano en la selva y la canalla mediática al asecho de Gustavo Petro

La versión femenina de Luis Almagro, secretario general de la OEA… La señora Michelle Bachelet, alta comisionada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Derechos Humanos, anunció en un tuit con fecha del 13 de junio: “Hoy he hablado ante @UN_HRC, abriendo mi última sesión como alta comisionada. No me presentaré a un segundo mandato por razones personales. Es hora de volver a Chile y a mi familia. Pido a los Estados que trabajen juntos para solucionar desafíos en materia de derechos humanos”.

Una vendida al imperio norteamericano que odia a la revolución bolivariana. Para ella, en Venezuela solo tienen derechos humanos los terroristas de la oposición. Famosa en el mundo por su silencio ante los crímenes ejecutados directa o indirectamente por los genocidas del norte, que bien sabemos promueven las migraciones con las invasiones, los bombardeos, la destrucción y la miseria en los países que no se le arrodillan o que no les entregan sus riquezas.

Les cito un caso reciente de pavoroso silencio de Bachelet: la matanza que ejecutó la policía contra migrantes que intentaron saltar la cerca de hierro que separa a Marruecos de España, a la altura de la ciudad de Melilla. Los uniformados les cayeron a tiros. Mataron a unos 27, mientras otros 76 resultaron heridos…
Y la señora calladita. Es la versión femenina de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Estoy totalmente seguro de que, si algo similar ocurre en Venezuela, no se va, se queda tan solo para atacarnos.

Que problema con esas izquierdas de anime… La canciller chilena Antonia Urrejola se reunió con su homólogo español, José Manuel Albares, para pedir diálogo con Caracas y elecciones libres, desaprobando de esa manera al presiente Nicolás Maduro Moros en Venezuela, y postrando su rostro en tierra ante el imperio estadounidense, imagino que por órdenes de su presidente Gabriel Boric.

Por un lado, le hacen un guiño a la izquierda, y por otro, le entregan en cuerpo y alma el amor a los genocidas del norte que nunca los va a querer y, al menor movimiento, los derroca. El presidente de Perú, Pedro Castillo, llegó a la pasada Cumbre de Las Américas, y viendo que estaba el presidente de los EEUU, Joe Biden, despidió su intervención diciendo “América, para los americanos”, la frase más emblemática con la que se identifica la doctrina Monroe en el planeta y de nada le ha servido. Uno se acuesta a dormir y cuando se levanta no sabe si sigue en el poder o ya lo tumbaron los gringos con los lacayos peruanos.

La putrefacción de la sociedad norteamericana… El colmo. Kevin Goodman, capitán de una estación de bomberos en Arizona (Estados Unidos), diseñó un chaleco antibalas que cabe en los bolsos escolares, con el objetivo de que los niños puedan llevarlo a clases. El producto fue creado especialmente para los estudiantes, luego de la masacre en la escuela de Uvalde, Texas, el 24 de mayo, dice una nota de prensa.

“Es resistente a impactos de proyectiles de alto calibre. Tiene un tamaño adecuado, ligero, plegable (…) Muy trágico que estas cosas sigan ocurriendo, y por desgracia, probablemente van a seguir sucediendo. Así que estoy tratando de hacer que mi producto esté tan disponible como pueda, para dar a la gente una herramienta más que proteja a sus hijos y a sus familias”.

Locura total. A esos extremos lleva el sistema capitalista a la gente. El capitán de bomberos, en vez de estar preocupado por la venta indiscriminada de armas de fuego, que son la causa de esas matanzas, montó una empresa para lucrarse con el asesinato de niños y niñas. El dinero y la riqueza por encima de la vida y la salud. La sociedad gringa, es una sociedad enferma.

La canalla mediática al asecho de Gustavo Petro… Por lo que ha declarado y publicado en las redes sociales, el nuevo presidente de Colombia se presenta como un hombre de paz y consenso en un país que lleva tantos años de guerra, de narcotráfico, de paramilitarismo, y me parece estupendo, sin embargo, la oligarquía santandereana a través de los medios de comunicación social lo tiene en la mira.

En la visita que hizo a la Casa de Nariño, para iniciar el enlace a la Presidencia de la República con el narcoparaco Iván Duque, la prensa no se interesó por lo que hablaron, sino porque el líder del Pacto Histórico llevaba, supuestamente, una correa que al parecer tiene un costo de casi 3 millones de pesos colombianos que le combinaba con los zapatos.

Obviamente, la canalla mediática apostaba a un encuentro hostil entre Petro y Duque, para iniciar las labores desestabilizadoras en la que son expertos, pero de momento se les cayó el juego, y digo de momento, porque sé que van a continuar. En Venezuela llevamos años víctimas de esos medios golpistas y palangristas al servicio de la derecha fascista, queriendo derrocar primero a Chávez y después al presidente Nicolás Maduro.

Diosdado Cabello… No tengo dudas de las buenas intenciones de Gustavo Petro, pero definitivamente comparto el criterio del camarada primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, quien dijo que en Colombia ya existe una conspiración en contra del recién electo presidente, con la complicidad de sectores reaccionarios de la oligarquía de ese país «Así pele los dientes reuniéndose con quien sea, a él no lo van a dejar gobernar y apenas tome posesión del cargo, los paramilitares van a comenzar a asesinar gente, van a volver los ataques terroristas en lugares públicos», aseguró.

Y ya Petro mostró su preocupación al publicar un tuit diciendo que van varios casos de asesinatos de militantes que lo apoyaron. Ojalá se detengan, pero de verdad no creo.

El narcoparaco Iván Duque arremete de nuevo contra Maduro… Y seguirá arremetiendo. Tiene que hacerlo. Y no lo estoy defendiendo, sino que sé que esa es la única forma que tiene de mantener su libertad, es decir, va a cumplir el guion golpista que le impone el imperio gringo. De lo contrario, irá preso. Los norteamericanos le colocarán los ganchos. Recordemos que los genocidas del norte conocen muy bien la jugada hamponil, tanto de ese criminal, como la del narcoparaco Alvaro Uribe Vélez.

La prensa, al servicio del golpe de estado en Latinoamérica, se regodea de satisfacción cuando atacan a cualquier político progresista en la región, como lo hizo recientemente Duque en Portugal contra Nicolás Maduro, diciendo que el máximo líder de la revolución bolivariana es un criminal y un asesino, pero, repito, la realidad es que así no quiera decirlo, tiene que hacerlo, se trata de su libertad. De esa forma se mantendrá lejos de la cárcel, tal como lo ha hecho el homicida Uribe Vélez cometiendo crímenes, pero arrodillado a los estadounidenses.

Monómeros… El gerente general de esta empresa, Guillermo Rodríguez, designado por el narcotraficante Juan Guaidó, le manifestó al presidente Gustavo Petro la disposición de seguir trabajando bajo su gestión gubernamental.

Esta noticia se dio en el mismo contexto de las reuniones de Petro con los narcoparacos Iván Duque y Alvaro Uribe Vélez, el candidato Rodolfo Hernández, entre otros políticos, pero una cosa es la paz, el respeto a los derechos humanos, el acuerdo nacional que plantea el nuevo presidente neogranadino, y otra pasar la página sobre el descarado robo en esa empresa.

El mismo Petro ha dicho que los precios altos que padece el pueblo de Colombia, se deben a las irregularidades de Duque y Guaidó en Monómeros.

El horror de un migrante venezolano en la selva… A los tantos llamados del presidente Nicolás Maduro a que nuestros migrantes venezolanos regresen a la Patria, me sumo para suplicar que no se vaya nadie más de Venezuela. Que irse del país sin seguridad ni protección es un suicidio, y un suicidio de los más macabros y dantescos.

He visto y escuchado unos videos y unos audios que circulan por los grupos de las redes sociales, en la que la migración por México que ha dejado cualquier cantidad de muertes, es casi un viaje de turismo de aventura comparado con el paso por la selva del Darién, en los límites de Colombia y Panamá.

Sabemos, por todo lo que han publicado los medios de comunicación social, que en la travesía que hacen por el país azteca, las migrantes y los migrantes son violados, robados, asesinados, torturados por los famosos coyotes y, en caso de que logren salir con vida, corren el riesgo de morir ahogados en el Rio Bravo o Río Grande.

Sin embargo, escuché el relato de un migrante sin identificar que sobrevivió al macabro crucero del Darién y es una cosa escalofriante, espeluznante.
No me gusta basar mis escritos en personas desconocidas, en vista de las maniobras y montajes que frecuentemente hacen en las redes sociales, y tan pronto podemos estar en presencia de un testimonio real como de una parodia, pero reseño este caso, porque, de cualquier forma, el peligro de la migración es una realidad en Venezuela que impunemente promovieron los cabecillas de las bandas terrorista Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática, que ha ocasionado la muerte de muchos compatriotas en el exterior.

Les cuento, entonces, parte del relato de un venezolano (por el acento y el dialecto) que llorando como un niño engripado, le contaba en un audio por internet a un tal Carlos su pavorosa experiencia en la selva de Darién.

El migrante desconocido, haciendo las pausas que le imponía su garganta, anegado en lágrimas, le decía a su amigo: “mano ya estoy aquí en Panamá, vos no sabéis la verg… que me llevé”. Hace una pausa, se siente respirar grueso, profundo, gime, continúa: “Que te digan (de migrar) por la selva, ni se te ocurra Carlos, ni se te ocurra, esa verg… es el infierno, Carlos. El infierno. Me dejaron botado, se me partió el tobillo y la rodilla me agarró líquido”.

Otra pausa obligada, un resuello, un gemido. El migrante venezolano sigue hablando con el esfuerzo de controlar un llanto involuntario, un sollozo agudo, persistente y penetrante que entumece los huesos: “El diablo está metido ahí, los monos te gritan desde arriba como el diablo…si hay muertos adentro de esa verg… por infartos, Carlos. Caminaba con un palo pa poder salir. Le pedía a Dios… La gente se arrodillaba, carajitos llorando. Un desespero. Yo boté el bolso, la ropa, todo. Los que andaban conmigo lloraban al lado mío, cada quien peleaba por su vida. El más grandote era un coño cuadrado que lloraba como un muchachito. Lloraban todos. Mujeres llorando. Carajitos llorando. Yo trataba de agarrar los carajitos…”.

El venezolano migrante dejó fluir un llanto silencioso, hizo un trago ruidoso de lágrimas y mucosidad: “me dejaron con uno que tenía azúcar y se desmayó, no tenía la insulina, tuve que dejarlo botado. Nos vinimos y todavía no había llegado. Se debió quedar pegao por ahí. Había seis muertos o más (…) Nadie ayuda a nadie. Te pasan por un lado y nadie te ayuda. Trate de ayudar a una señora con un carajito y yo con la pata hinchá. Cuatro días parados llevando lluvia, Carlos, subiendo esas montañas empinadas. El barro te llega a las rodillas. Eso es el infierno. Los monos te pasan por arriba y te gritan como un infierno”.

El migrante desconocido parecía llevarnos por una mano y meternos en las inclemencias de la montaña salvaje del Darién considerada la más peligrosa del mundo: “Los monos gritan como si tuvieran el diablo metido, saltando de rama en rama. Baten las matas, eso es feo, feo, Carlos. Muy feo. No me morí de verg… Me quité el bolso y lo boté, las piernas no me daban, los brazos cansados. De tanto cojear de una pierna, se me cansó la otra. Le pedía y le pedía a Dios con un palo agarrao y así fue que pude salir, Carlos”.

Otra pausa, esta vez un poco más larga. El migrante desconocido tomó aire, gimoteó y siguió: yo me veía entre los muertos. Yo jamás pensé que eso era así, si no, no me vengo, huev…Cuando salí me encontré con unos militares y les pedí ayuda…Pero eso no se lo deseo a nadie. Y el que te hable de selva está loco, al que podáis decirle que no se venga, le dices. Esa verg… está poseída por el diablo. Eso es muy arrecho…El diablo hace ahí lo que le da la gana…Lluvia y lluvia. Hay que dormir parao enterrao hasta las rodillas. Y la montaña inmensa (…) Yo dije entre uno de estos muertos voy a quedar yo, pero logré salir…”.

 

Por Gian Carlo Di Martino