lunes, julio 1

El divino arte de hacernos los locos

Ser o no ser. He ahí el dilema. Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darlas fin con atrevida resistencia?. Morir es dormir. No más?. Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabarán y los dolores sin números, patrimonio de nuestra débil naturaleza?.

Hamlet by William Shakespeare

Ser o no ser. Es la primera línea de un monologo de la primera escena del tercer acto de Hamlet. El príncipe de Dinamarca. La frase más célebre de la literatura universal, frecuentemente usada como metáfora de la duda y la indecisión.

Les obsequio este spoiler sumamente culto, contándoles que este monólogo lo hace El príncipe Hamlet sosteniendo en una de sus manos en alto la calavera de Yorick, el bufón que le recuerda una infancia feliz en la corte de Dinamarca. Todo ante el dilema del asesinato de su padre, el rey Hamlet, cuyo fantasma le pide venganza al ser asesinado por su tío. ( Y después andan diciendo que juego de tronos y La casa del dragón son escabrosas).

De este drama universal pasamos a nuestro drama ofídico y con sabor caribeño.

Como le justificamos la necesidad de creer, aunque sea en un saludo de alcabala, a la sociedad más escéptica del planeta?.

Porque hoy podemos interpretar está decadencia con solo ver nuestro trending topic de tendencias. Les juro que hace como un mes ví la palabra culo en el primer lugar y ni siquiera se refería a la extremidad inferior de una empanada.

Ante lo que el viento se llevó, hemos aprendido a hacernos los locos. Porque si Américo Vespucio comparó nuestros rústicos palafitos con el esplendor veneciano. Si Guzmán Blanco quiso que nos pareciéramos a Francia, por lo menos en lo arquitectónico. Si Juan Vicente Gómez nos convirtió en una hacienda y Pérez Jiménez en un cuartel. Este quinquenio de quinquenios nos ha convertido en un gigantesco manicomio digno de un récord Guinnes.

Hacerse el loco avanza a paso firme en el predominio sociológico y se ha puesto a la vanguardia de nuestro top ten criollo de mañas y manías.

Hasta en las cosas más sencillas. He visto a gente dudar para ceder su asiento a un anciano, a una embarazada y hasta un minusválido. Es verdad que lo tenían ofreciendo, pero siempre antecedidos de un silencio incómodo en algo donde antes no existía la más mínima duda.

Lo peor de todo es que cuando en cualquier contubernio suelto aquella declaración de la interrogante desesperanzada de una serie mexicana incalificable de mi infancia.

Y ahora quién podrá ayudarnos?

Ese silencio incómodo otra vez.

Vamos. Quien se anima a decir yo. Créanme que lo necesitamos más que nunca.

 

Por Amos Smith