“El primer paso para liquidar a un pueblo es borrar su memoria, destruir sus libros, su cultura, su historia. Pronto la nación empezará a olvidar lo que es y lo que fue. El mundo a su alrededor lo olvidará más de prisa”. Milán Kundera.
Milán kundera, un dramaturgo, escritor, poeta y excomunista checo solía decir que la verdadera lucha del hombre es la lucha de la memoria contra el olvido.
Recordar es vivir es un viejo dicho de origen rockolero que nos permite evocar la nostalgia de tiempos felices y las imágenes de abuelitas echando cuentos de la memorabilia familiar. Todo se ha venido perdiendo a lo largo de estos tiempos más fugaces que un trending topic.
Yo particularmente nunca pierdo el asombro al ver o leer esa obra de teatro tan premonitoria en aquello de reírnos siempre de nuestro fracaso. Una verdadera obra de arte escénica del bien llamado Maestro José Ignacio Cabrujas que es: El día que me quieras.
Ambientada en 1935, cerca del final de la larga dictadura de Juan Vicente Gómez. Carlos Gardel llega a Caracas y después de su célebre concierto en el Teatro Municipal acude a una velada en la casa de la familia Ancizar.
La familia celebra finalmente el compromiso, después de una década, de noviazgo de María Luisa Ancizar con Pío Miranda, un maestro comunista que anuncia la intención de residenciarse con ella en la antigua Ucrania perteneciente a la Unión de Repúblicas Socialistas, porque en su propio decir: “Quiero que mis hijos nazcan en la verdad proletaria y no en este basurero del imperialismo”.
Pío Miranda es la representación de la mediocridad, el resentimiento, la simulación moral y pobreza conceptual fácilmente reconocible con ejemplos de sobra de una historia, cuya propaganda pasa de los 20 años, que al cantar del propio Morocho del abasto no son nada.
En un momento llega a decirle a Carlos Gardel, contagiado con la emoción de los Ancizar ante tan ilustre visita: “Cuando se haga la revolución en Venezuela será invitado a dar un concierto público gratuito en la Plaza Bolívar”.
Es que Cabrujas con muchos años de antelación nos presentó el prototipo del hombre nuevo encarnado en el personaje de Pio Miranda. Un presentimiento hecho realidad.
Hoy siento que nos hemos ido convirtiendo en testigos de la extinción de la nostalgia en una sociedad donde predomina la confusión, el escepticismo y las inexactitudes
Cómo le escuché a Cabrujas en alguna ocasión: “Quieren peluchizarnos y convertirnos en ciudadanos de maíz y harina”.
El mejor escenario para la nacida y envejecida hegemonía oficial, es que se olviden todos los valores que nos hicieron una identidad, porque como dice Plácido Ancizar, el hermano menor de María Luisa, alienado por Pío Miranda: ”Lo distinto del comunismo es que todo es de todos”.
La crónica de un fracaso, que avanza por la América latina con la espada de Bolívar como si fuera la del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda en el reino justo de Camelot. Si mirá aquí.
Los recuerdos y las nostalgias no pueden convertirse en migrantes. No podemos olvidar lo que somos y lo que hemos sido alguna vez. Ese es el primer paso corto, pero grande para nuestra venezolanidad que debemos dar. Lo demás lo recuperamos en el camino.
La tragedia griega aborda cosas como la fatalidad del destino, el sentido de lo trágico, la condición humana y el restablecimiento del orden.
Hoy hemos superado a los griegos de la antigüedad, porque uno sabe que todo es una mentira, pero la vida continúa como si nada. He allí nuestra gran tragedia nacional.
Por: Amos Smith