miércoles, diciembre 25

El cuento mal contado de la «narrativa» de Lula

«Se puede mentir a pocos mucho tiempo. Se puede mentir a muchos poco tiempo. Pero no puedes mentir a todos todo el tiempo».

Canserbero

Muy feo, demasiado para creerlo, ha sido el cuento, versión o explicación que al mundo ofreció el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula Da Silva, cuando entre risita y medio serio pretendió meter un gazapo lingüístico acerca de lo que él cree que ocurre en Venezuela donde «una narrativa» construida por el discurso político nacional e internacional está lleno de mala intención, maldad y desinformación, porque a su entender en la que es su nación vecina estamos viviendo una era «boyante» de satisfacción total, alegría y sin problemas sociales de ningún tipo.

Está declaración del presidente del coloso suramericano, un día antes de la reunión de la Unión de Naciones de Suramérica, Unasur, despertó y avivó el rechazo a lo interno de sectores políticos y Organizaciones No Gubernamentales de Venezuela, además que fuera de nuestras fronteras las infelices palabras de Lula Da Silva provocaron críticas a una visión parcializada, sesgada y alineada en favor del gobierno de Miraflores, pero lo que quizá él no midió en su malogrado cálculo político es que sus pares de Chile, Gabriel Boric y de Uruguay, Luis Lacalle Pou, respectivamente, no aplaudieron cual focas amaestradas el insulto contra los venezolanos, cuando miles de nuestros compatriotas de carne y hueso, están refugiados hoy en territorio brasileño o en cualquier rincón del mundo.

Es un gentío, un verdadero ejército de desplazados, que supera los siete millones entre hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos que han salido de la patria de Bolívar en razón del verdadero relato que el mandatario carioca evade, pero califica de exagerado, falso y nada cierto, cuando decidieron marcharse y siguen yéndose buscando sobrevivir a la peor crisis socioeconómica nunca conocida en este u otro país.

Por tratarse de personas que se han ido y otros millones que estamos en el país llevando la procesión por dentro, debe considerarse un insulto, irrespeto, abuso y menosprecio contra los venezolanos las palabras de Lula Da Silva, muy defensor, según su corriente ideológica izquierdista, a eso cuando ellos piden a gritos «respeto a la autodeterminación de los pueblos», pero esa palabrita ya muy manoseada solo es válida cuando conviene a sus posturas e intereses. Esta vez, obviamente, sus camaradas y panas seguro dirán que en las palabras de Lula Da Silva no ha habido la más mínima intención de ofendernos o meterse en los asuntos internos de los venezolanos.

Las palabras en defensa de su homólogo venezolano a Lula Da Silva le deben estar pesando, al provocarse un autogol que creó una crisis y elevó la temperatura del debate político de un Poder Legislativo que le es adverso. Por eso en el país del fútbol y las garotas lo cierto es que Gabriel Boric y Luis Lacalle Pou le sonaron el silbato y le sacaron tarjeta amarilla al jefe de Estado brasileño, a quien, digámoslo coloquialmente, sus colegas le metieron también un corrientazo.

Ese desliz verbal buscaba de parte del anfitrión alinear a buena parte de los doce mandatarios de la Unasur, reunida en Brasilia, en defensa, protección y solidaridad con el presidente venezolano, queriendo así disminuir, minimizar o desaparecer las críticas a la deteriorada realidad venezolana que a su entender es sólo una construcción perniciosa de una «narrativa» de adversarios internos y externos.

Los venezolano podemos enumerar una a una cada dolor de cabeza que la crisis produce en la familia, provocando altísima incidencia en el deterioro de la salud, depresión, suicidios, insatisfacción, zozobra, malestar, angustia, stress, desnutrición, inseguridad, descontento, temor y desasosiego permanente en la gente. Así estamos a pesar que la nuestra es una tierra bendita con las mayores reservas de petróleo del mundo, pero hay que hacer largas colas de horas o días para surtir combustible.

Además, somos poseedores de otros recursos naturales que desearían tener muchas naciones. Sin embargo, por no tratarse de una «narrativa» malsana, exagerada y expresada, solo en su fantasía mental, es preferible que Lula Da Silva permanezca callado y no hable de Venezuela. Después de observar su delirio mental, los venezolanos, —no el gobierno de Miraflores que es su aliado—, estamos claros que «con amigos así para que tener enemigos».

Me permito facilitarle un catálogo, lista o relación de los muchos problemas que afectan a los venezolanos que a usted no deben preocuparle en lo absoluto, cuando su interés más bien ha sido tratar de lavarle la cara al gobierno de Caracas, buscando tapar el Sol con un dedo como excelentemente se lo expresó su colega uruguayo Luis Lacalle Pou. Son tantos y graves los problemas que le aconsejaría hacer uso de las redes sociales y de YouTube donde podrá enterarse detalladamente como vivimos sus vecinos.

Si comemos bien, si tenemos buena salud, educación, trabajo, seguridad personal, buenos sueldos, servicios públicos y, en fin, calidad de vida. Por solo darle un ejemplo, usted que surgió del sector sindical brasileño, averigüe cual es el salario mínimo de los venezolanos y de cuanto es la pensión que reciben los más viejos en este país. Verá que es una injusticia revolucionaria y no una «narrativa» interesada. Le tocará tragarse sus palabras cual «échame una ayudita» que una vez le pidió a la periodista Aymara Lorenzo, la candidata María Bolívar, desubicada y sin conocimiento del tema económico que le preguntaban.

Por último me gustaría pedirle un favor y a lo mejor usted queda reivindicado ante los venezolanos, en cuanto a no insistir en comprarle electricidad a nuestro país, porque ese recurso es muy escaso y lo que abundan son apagones, cortes y fluctuaciones eléctricas. Sepa que el «Hecho en Socialismo» si es una narrativa mentirosa, engañosa y embustera. Lo que usted ha pretendido imponer es un «Borrón y Cuento Nuevo». Espero que a estas alturas no siga con la perorata que existe una «narrativa destructora» contra Venezuela.

 

Por José Aranguibel Carrasco