Se cumplió un año desde que la pandemia del COVID-19 llegó a Venezuela. El 13 de marzo anunciaron la aparición de los primeros contagiados, y el 16 el Ejecutivo ordenó cuarentena nacional con la intención de evitar que se propagara el virus. Al principio la decisión había sido aislar la Region Capital, Zulia y Tachira, pero a los pocos días todos, sin excepción, debían permanecer en casa. Cerraron fronteras, y el traslado entre municipios quedó prohibido.
Empezó la incertidumbre. El país antes de la llegada de la pandemia ya se veía apagado. La crisis con el combustible, la escasez de efectivo, las fallas eléctricas, el precio del dólar indetenible, entre otros problemas mantenían a la colectividad concentrada en resolver el pan de cada día, a esto se sumó la llegada del virus chino, ese que inició en el mercado de Wuhan, y que pronto originaría uno del focos más grandes de contagios del país en el populoso Mercadoo Las Pulgas que obligó al cierre total de este por un tiempo.
Algunos decían que el virus no era verdad, y que solo se trataba de una excusa del Gobierno para «mantener encerrada» a la población, y así «escudarse» ante los problemas económicos y políticos que enfrentaba. Otro grupo conocía los peligros de la COVID-19, y se casó con las normas de bioseguridad. Dejamos de abrazarnos, de dar besos y hasta aprendimos a hacer colas guardando una distancia de metro y medio.
El Gobierno ofrecía cifras de contagiados y fallecidos. La COVID-19 ya estaba instalada en Venezuela. Un doble temor se apoderó de la población, había que permanecer en casa sin tener cómo resolver la compra del mes. Pese a las restricciones había quienes seguían saliendo a la calle a buscar el sustento de sus hogares, no tenían otra opción.
Expertos alertaban que la situación crítica en los hospitales empeoraría la ola de COVID-19. Los hoteles, y hasta el Palacio de Eventos de Venezuel, en el caso de Zulia, sirvieron de espacio para hospitalizar a los pacientes asintomáticos, y a las personas que llegaban de Colombia y debían cumplir cuarentena.
Solo el Ejecutivo nacional era quien podía informar de los casos. Las autoridades regionales, y municipales se regían por los números ofrecidos desde Caracas que un año después todavía no coinciden, según las denuncias, con los de la Organizaciones no Gubernamentales que se desplegaron por pandemia.
Las alarmas estaban encendidas, en el país ya se conocía de alguien que tenía la enfermedad, un vecino, un familiar, el brote empezó. El 16 de junio fallece a causa del coronavirus el primer médico en Zulia, el doctor Samuel Viloria.
Con el transcurrir de los días la lista de galenos aumentó, ninguno mencionado a detalle en las cifras oficiales, y hasta hoy, el Zulia es el estado que más médicos perdió a causa del COVID-19.
Los políticos se empiezan a contagiar, unos lo hicieron público, y otros lo intentaron ocultar. El virus no reconoció color político, o profesión. Es letal, y ya hasta hoy, según lo dicho por el Gobienro nacional, cobró mil 444 vidas, y contagió a 146 mil 488 personas.
En total ya transcurrieron 365 días desde el día que se decretó la pandemia nacional en Venezuela. El país se adaptó como pudo a los cambios que se debían dar sin embargo, las costuras son muchas y se evidencian. Ahora un cepa brasileña acecha, y todo el mundo se pregunta, ¿estamos preparados para esto?.
Por: Consejo Editorial