Este jueves, como cada 21 de septiembre, se conmemora el Día Mundial de la Enfermedad de Alzheimer, la principal causa de demencia en todo el mundo y la patología que mayor discapacidad genera en personas mayores en España. La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que solo en nuestro país ya hay más de 800.000 personas que lo padecen, con una prevalencia que oscila entre un 5 y un 10 % entre quienes rondan los 65 años.
Esta cifra se duplica cada 5 años hasta alcanzar una prevalencia del 25-50% en la población mayor de 85 años, ya que la edad es uno de los principales factores de riesgo de esta enfermedad. Por esa razón, y debido al envejecimiento de la población, su incidencia sigue en aumento: en 2050 se estima que habrá más de 115 millones de personas que padezcan esta enfermedad, reseñó Alimente.
A pesar de la alta incidencia del alzhéimer y de que sea una enfermedad en aumento, casi la mitad de los españoles no conoce sus primeros síntomas, según el estudio La percepción de la población española sobre el alzhéimer. En concreto, el 42,9% de los encuestados para este análisis realizado por Sanitas señala que los desconoce, lo que provoca que muchas personas sean diagnosticadas ya en fases avanzadas, cuando la ralentización de la enfermedad se hace más compleja.
Primeros síntomas del alzhéimer
Miryam Piqueras, supervisora médica de Sanitas Mayores, recuerda a El Confidencial que el alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que va sufriendo una serie de cambios a medida que avanza, que se conocen como las fases del alzhéimer. «En la primera de ellas, la fase inicial, aparecen una serie de síntomas que afectan principalmente a las funciones cognitivas», apunta.
La médica señala que entre los primeros síntomas se encuentra una pérdida de memoria a corto plazo, donde las personas olvidan información reciente, como nombres o detalles de conversaciones que acaban de tener. Es por ello muy típico que pregunten o comenten varias veces lo mismo. Es habitual, también, que extravíen los objetos porque los cambian de lugar y no recuerdan dónde los han puesto (por ejemplo, las llaves de casa). También es frecuente que olviden las citas médicas o eventos.
La desorientación en relación con el tiempo y espacio es otro indicio común, de ahí que puedan perder la noción del día y la fecha en que están, así como desorientarse en lugares familiares que solían conocer bien. Por este motivo es habitual que se levanten por la noche, deambulen, ordenen armarios… Además, experimentan dificultades en la planificación y resolución de problemas cotidianos, como hacer la compra o administrar sus finanzas.
En fases más avanzadas, es posible que una persona con la enfermedad de Alzheimer no sea capaz de reconocer ni manejar los números. En la misma línea, provoca un deterioro en la capacidad de tomar decisiones en situaciones cotidianas. Por ejemplo, usar ropa que no es adecuada para las condiciones climáticas. Los problemas en el lenguaje también se hacen evidentes, y a medida que avanza la enfermedad, se van encontrando con dificultades para encontrar las palabras idóneas de los objetos, para expresar pensamientos y para participar en conversaciones. Es por ello que poco a poco se van aislando socialmente. De la misma manera, la realización de tareas diarias a las que antes estaban acostumbrados, como vestirse o cocinar, les resulta complejo. Esto es porque, para hacer estas actividades, es necesario completar unos pasos en orden y pierden esa capacidad.
Por otro lado, pueden experimentar cambios en su comportamiento y personalidad, volviéndose más apáticos, ansiosos o agitados. A veces desconfían de las personas, incluso de su familiar cuidador, sufriendo delirios (como creer que les han robado algo). Aunque los síntomas vayan empeorando, hay ciertas habilidades (como leer, escuchar música, bailar, dibujar, hacer manualidades…) que pueden conservarse durante más tiempo porque las controlan partes del cerebro que se ven afectadas con el avance de la enfermedad. La médica finaliza destacando que estos síntomas pueden variar en intensidad y progresión, por lo que es importante buscar atención médica si se sospecha de la enfermedad. El diagnóstico temprano y el apoyo adecuado son fundamentales para una gestión más efectiva tanto para la persona afectada como para sus cuidadores.
Por Agencia