Desde el jardín es un libro de Jerzy Kosinski y llevado al cine con Peter Sellers encarnando a Chancey Gardiner, un jardinero con suerte. Claro que también se podría tratar de un mesonero, un músico, un albañil y hasta de un chófer de autobús.
Chancey es un jardinero cuya vida entera ha transcurrido en la mansión en la capital del imperio de un anciano multimillonario. Es un hombre analfabeto cuyo conocimiento de la vida solo se basa en su trabajo y en interminables horas viendo televisión.
Al morir el anciano, Chancey es desalojado de la mansión y vaga por las calles hasta que es atropellado por una limosina de la joven esposa de un acaudalado sugardaddy vinculado a las altas esferas políticas de Washington.
En las conversaciones, las respuestas de Chancey con alusiones a su trabajo de jardinero son tomadas como metáforas provenientes de un hombre sabio. Que inician un meteórico ascenso en la vida política de Chancey que termina como un virtual candidato a la Presidencia de los Estados Unidos.
Desde el jardín me recuerda un cuento de Pedro Emilio Coll llamado. El diente roto, donde a un niño, llamado Juan Peña, le parten un diente con una piedra en una pelea callejera. De un niño pendenciero pasa a ser una persona ensimismada que adquiere con el tiempo el prestigio del mal de pensar y ser un filósofo precoz. Así en el tiempo pasa por diversos cargos políticos. Ya era candidato a presidente cuando muere de apoplejía. El secreto de su sabiduría en su profunda evasión de todo lo que lo rodean era que en su oscuridad bucal, su lengua se posaba en su diente roto frente a libros que nunca leyó y con el vacío de su pensamiento.
Así sucede en un mundo que suele ser más hipócrita que un saludo de alcabala, como solía decir mi por siempre apreciado Musiu Lacavalerie cuando narraba en el circuito de ese masoquismo deportivo mío que son los Tiburones de La guaira.
Estamos en un país donde a cualquiera se le dice doctor o licenciado. Un país que a veces se parece a lo que nunca es. Aquí muchos con fama de sabios sin serlos como Chancey Gardiner y Juan Peña no tendrían la oportunidad de llegar a alguna parte, porque la cultura y la inteligencia han caído en desgracia.
Cuando una hegemonía política carente de humor, apartando los chistes excluyentes y burlitas socarronas de nuestro Doctor Frankenstein nacional, cualquier carcajada y risita reprimida pueden ser sospechosos habituales de atentar contra el bienestar de nuestra boliburguesia emprendedora.
En nuestro país perdido, dónde somos capaces hasta de burlarnos de nuestras peores desgracias, el humor es subversivo.
Como decía el humorista norteamericano George Burns.
“El que nos hace reír es un cómico. El que nos hace pensar y después reír es un humorista”.
Uno de los precursores del humorismo en Venezuela llamado Francisco Pimentel, alias Job Pim, en su enésima reclusión en una cárcel gomecista fue recibido por un infaltable jalabola con un reclamo.
“Recuerde que aquí el único General es Gómez”.
A lo que Job Pim le respondió.
“Y el hambre que también es General”.
Tomando en cuenta la valiente resistencia del pueblo ucraniano frente al poderío ruso liderado por un presidente humorista y el creciente escepticismo nacional contra todo lo que tenga que ver con la política, sería todo un detalle que los humoristas del país dieran un paso al frente.
Imagínense unas primarias con candidatos como El conde del Guacharo, Laureano Márquez, Emilio Lovera, Javier jala Madrid y Claudio Nazoa entre algunos. Dejaríamos como la guayabera a un desgobiernp que se ríe y se burla de nosotros. A lo mejor seguiríamos igual de jodidos, pero por lo menos, nos reiríamos con ellos.
Cómo le escuché a mucha gente hace como 23 años. “Si estamos fregados, será que nos términamos de hundir”
Y tenían hasta razón.
Por: Amos Smith