El día 27 de julio de 1993, Javier Sotomayor únicamente tenía un objetivo en mente: superar aquel listón. El saltador cubano imaginó en su cabeza el ritmo de los pasos que tenía que dar, la presión con la que sus pies golpearían el suelo y la fuerza que tenía que aplicar para el despegue que le impulsaría hacia los cielos. Todo debía ser perfecto o, si no, no podría volar por encima de aquel listón, situado a 2,45 metros de altura.
Una última respiración y el apodado “príncipe de las alturas” repasó al milímetro el escenario que se había imaginado en su cabeza. Era su intento final, llevaba dos tentativas y, probablemente era la última oportunidad de probarse a sí mismo que podía hacerlo. El público aplaudía, Javier dio unos pasos atrás, tomó impulso y corrió hacia el listón. Una vez en posición, saltó y, por un momento se convirtió en el hombre que ha estado más cerca del cielo por sus propios pies. Un salto eterno que rompía por un centímetro el récord anterior que él mismo tenía desde hacía 4 años: 2,45 metros. Reseña National Geographic en su reportaje.
Treinta y un años después de esta hazaña, el récord del mundo de salto de altura sigue imbatido.
Por ello, aunque una forma de intuir los límites del cuerpo humano sea mirar la lista de récords mundiales, la verdadera pregunta sería: ¿es posible que haya récords que jamás puedan ser batidos? Y de ser así ¿Dónde se encuentran los límites teóricos del cuerpo humano? Para responder a estas cuestiones hay mucha ciencia detrás.
Los límites prácticos
Según un estudio estadístico realizado por el Instituto Francés del Deporte en 2008, es posible que alrededor de 2060 ya se hayan alcanzado los récords mundiales imbatibles en la mayoría de las disciplinas olímpicas. Tras cotejar los récords de más de 100 años de deportes, encontraron que la tendencia de romper los récords mundiales (y el tramo por el que se rompían) había ido ralentizándose considerablemente durante la primera década de los 2000. Según achacaron en el estudio, esto se debía, sobre todo, a la profesionalización del deporte y a un mayor conocimiento de la biomecánica del cuerpo humano, que permitía unos entrenamientos más efectivos para la práctica deportiva.
Mark Denny, biólogo de la universidad de Standford y apasionado del deporte, llegó a una conclusión similar. Tras analizar tanto las carreras de atletismo, como las carreras de caballos y de galgos, notó que los récords eran cada vez más escasos en el tiempo y por márgenes más estrechos. Uniendo los puntos en una gráfica, Denny pudo llegar al que podría considerarse el límite en el que un animal puede correr una distancia. ¿Su conclusión? En la actualidad, tanto en las carreras humanas, como en las hípicas y de galgos, nos encontramos muy cerca de ese límite.
Según sus cálculos, en la disciplina de los 100 metros lisos masculinos, el límite se encontraría en unos 9,48 segundos, sólo una décima de segundo más rápida que el récord actual de Usain Bolt. Como especula Denny, el exatleta podría haber igualado la marca imbatible, o habría podido quedarse más cerca, de no haber frenado ligeramente en las semifinales de Beijing 2008. Sin embargo, el catedrático de ingeniería deportiva de la Universidad de Sheffield, Steve Haake es un poco más optimista y sitúa el límite en los 9,41 segundos.
En las categorías femeninas, en cambio, algunos expertos, como la historiadora del deporte Victoria Jackson insinúan que queda más margen de mejora. Según sus estudios, la incorporación posterior de la mujer a las competiciones deportivas y la escasez de estudios acerca del funcionamiento del cuerpo femenino no han permitido un progreso tan notable como en los hombres.
Sea como fuere, en ambos casos estaríamos cerca de los límites prácticos y puede que dentro de poco presenciemos algún récord imbatible.
Los límites teóricos
Seguro que todos hemos escuchado alguna vez la historia de una madre que levantó un automóvil para salvar a su bebé. Se trata de una leyenda urbana con ciertos tintes de verdad, ya que se han observado algunos casos en los que sí, mujeres y hombres sin un entrenamiento previo han realizado aparentes proezas deportivas ante una situación extremadamente estresante. Uno de los primeros casos mediáticos fue el de Angela Cavallo, una ama de casa de Georgia que, en el año 1982 levantó un Chevrolet Impala de 1964 de 1500 kg después de que se cayese del gato que lo sostenía, atrapando a su hijo mayor. Esta historia, aunque aparentemente cierta, tiene truco.
Lo primero, no levantó el coche entero, eso por supuesto, si no que alzó la parte trasera del mismo –donde no se encuentra el motor– unos 7 centímetros. Además, en aquel momento, tampoco tenía al menos una rueda traseras colocada, es decir, menor peso. Al tratarse de un vehículo tan largo (más de 5,3 metros) y recaer la mayor parte del peso en el motor delantero, según la ley de la palanca, el peso total que levantó Angela Cavallo probablemente sería alrededor del 2% y el 7% del peso total del coche, y asistida por la propia amortiguación de la otra rueda trasera del vehículo. Aunque entre 30 y 100 kg son muchos kilos para una persona sin entrenamiento, ya son cantidades manejables para más personas, especialmente en una situación tan estresante como aquella.
En la actualidad, el récord de levantamiento en peso muerto lo tiene el Strongman y actor Hafthor Björnsson, apodado «La Montaña», en 501 kg. Esta hazaña, que pudo realizar tras muchos años de entrenamiento, marcó el fin de la rivalidad con Eddie Hall, «La Bestia», el primer humano en levantar 500kg. ¿Pero estamos aquí llegando también al límite?
La respuesta es compleja. En estos casos, los límites teóricos en cuanto a fuerza muscular se encuentran, sobre todo, en cuánto pueden resistir los tendones, que serían lo primero en romperse en caso de un sobreesfuerzo. Por tanto, en estos casos depende de la fisiología de cada uno, influenciada sobre todo por la nutrición y genética de cada uno.
Así, aunque supongamos que un músculo puede levantar 1000kg, si a los 550 el tendón se separa del hueso, el movimiento no sería efectivo, sino que provocaría una grave lesión. Pero conocer este límite sin poner en riesgo a los voluntarios que decidan participar en el estudio es harto complicado, por lo que los números bailan de un estudio a otro.
Por tanto, sin conocer realmente cuánto puede correr, levantar, o lanzar un ser humano, ya que se trata de estimaciones, durante los Juegos Olímpicos de París 2024 puede que veamos tambalearse algunos récords olímpicos o mundiales. Los científicos deportivos estarán especialmente atentos para ver si han de replantearse sus cálculos, como ya han tenido que hacer en otras ocasiones, especialmente en las categorías femeninas. Mientras tanto, bienvenidos sean esos récords que demuestran que el ser humano puede ir un paso más allá, aún con la estadística en su contra.
Por: Agencias