La alta mortalidad en las rutas migratorias del Atlántico, hacia España, y el Mediterráneo central, hacia Italia, no disuade a los miles de migrantes y solicitantes de asilo, principalmente subsaharianos, que recorren peligrosas rutas terrestres entre los países del Magreb para encontrar una salida al mar que les lleve a Europa.
La contención del flujo migratorio en el Mediterráneo occidental, desde Marruecos y Argelia, o a través de la frontera de Ceuta y Melilla ha reactivado estas vías marítimas, principalmente desde la costa atlántica africana, Túnez y Libia, y también el número de muertes que, alertan organizaciones, pueden duplicar los números oficiales. Según la ONG Caminando Fronteras, 2.390 personas fallecieron en 2022 en sus trayectos hacia España, reseñó EFE.
“Hablamos de muertos en el mar, pero los que mueren en el desierto no se cuentan. Por ejemplo, en el desierto de Agadez cuando salen hacia Argelia, muchos mueren. Se les entierra y se les deja ahí“, explica a EFE Frank Iyanga, secretario general de la Organización Democrática de Trabajadores Inmigrantes (ODTI).
Según testimonios de migrantes recabados ante la imposibilidad de cruzar por el Mediterráneo occidental desde Marruecos, la ruta alternativa pasa por el Mediterráneo central para lo que necesitan recorrer, y en algunos casos deshacer, un camino impreciso, lleno de riesgos, por Argelia hacia Túnez y Libia.
El presidente de la Asociación de Ayuda a Migrantes en Situación Vulnerable (ASMV), Hassan Ammari, explica a EFE que su ONG con sede en la ciudad oriental marroquí de Uchda recibe cada vez más a familias marroquíes que denuncian la desaparición de sus hijos en su intento para emigrar desde la ruta de Túnez.
Ruta Atlántica, hacía España
Los subsaharianos llegan a Marruecos a través de dos rutas principales: desde Mauritania cruzando la frontera del Sáhara Occidental o a través de la frontera argelina en el norte del país.
Provienen de países en conflicto o especialmente empobrecidos como Mali, Burkina Faso, Costa de Marfil, Senegal, Camerún o Sudán. Para llegar tienen que cruzar en muchos casos el desierto del Sáhara, donde la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) tiene contabilizados 5.719 muertos desde 2014. En realidad, los números son más altos.
El control fronterizo marroquí en las costas mediterráneas y en los alrededores de Ceuta y Melilla (concretamente tras la tragedia del 24 de junio de 2022 cuando 23 migrantes murieron en un intento de cerca de 2.000 personas de saltar la valla de Melilla) hizo que la ruta atlántica hacia las Islas Canarias españolas experimentara un repunte.
A Canarias llegan también pateras desde Mauritania o Senegal, en rutas todavía más largas de hasta 1.500 kilómetros. Según el Ministerio del Interior español, de enero a mitad de junio llegaron a Canarias 5.914 personas migrantes, en huida que pueden llegar a costar los 8.000 euros.
El refuerzo fronterizo en este extremo occidental de África ha empujado a muchos a recorrer la ruta terrestre hacia Túnez o Libia, para embarcarse en pateras hacia Italia.
Muchos de los interceptados en el mar son devueltos al Puerto de la ciudad de Sfax, la segunda ciudad de Túnez desde la que parten la mayoría de las embarcaciones hacia Italia. Túnez está superando a Libia como principal punto de partida en el Mediterráneo. La alta mortalidad en las rutas migratorias del Atlántico, hacia España, y el Mediterráneo central, hacia Italia, no disuade a los miles de migrantes y solicitantes de asilo, principalmente subsaharianos, que recorren peligrosas rutas terrestres entre los países del Magreb para encontrar una salida al mar que les lleve a Europa. EFE/Laura Fernández Palomo
Ruta del mediterráneo central, hacia Italia
El pescador tunecino, Wassim, reconoce que este año se topa durante su faena con muchas más embarcaciones de migrantes que en periodos anteriores, ante lo que suele llamar a la Guardia Nacional Tunecina para su rescate. En algunos casos, cadáveres.
“No hay solución, la única solución es sacarlos del mar, ni más ni menos“, dice desde el Puerto de pescadores de Sfax, la segunda ciudad más grande del país norteafricano, que se convirtió en uno de los principales puntos de la ruta migratoria hacia Europa, superando en algunos periodos a Libia.
“Vinieron de la pobreza, han pensado que van al paraíso“, resume sobre lo que piensa en día a día, sobre todo, durante sus jornadas nocturnas, en las que avista estas salidas y naufragios. Intuye que las mafias se han organizado.
A escasos metros, otro pescador detalla la diferencia para la seguridad de la travesía que pagan los tunecinos, entre 2.000 y 2.500 euros para una barca de 40 personas, más estable; y lo que abonan subsaharianos, unos 1.300 euros, por hacinarse entre cientos en precarias embarcaciones.
Un joven marfileño, que pide declarar ante las cámaras de espaldas por anonimato y consiguió encontrar empleo en este puerto, atestigua por los cientos de susaharianos que ve devolver al muelle. Muchos compatriotas, ya que Costa de Marfil es la primera nacionalidad (14 %) de los más de 60.000 migrantes que han llegado a Italia por esta ruta en lo que va de año.
La OIM ha registrado 103.510 intentos de atravesar la ruta del Mediterráneo (occidental, central y oriental); con más de 1.800 muertos además de cientos de desaparecidos, que a este ritmo harán del 2023 el año más mortífero.
“Todos tienen razones para cruzar el Mediterráneo, no puedo culpar a nadie. Condenar, ¿a quién?“, sentencia este joven marfileño que ha conseguido trabajo en Túnez y ve partir y morir a muchos compatriotas.
Por Agencia