domingo, noviembre 24

Católicos celebran hoy la Solemnidad de Pentecostés, día del Espíritu Santo y del nacimiento de la Iglesia

Hoy la Iglesia toda celebra con gozo indecible la Solemnidad de Pentecostés, la llegada del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles, la Iglesia primigenia, cincuenta días después de la Resurrección de Cristo.

La presencia del Espíritu Santo entre los hombres significa el cumplimiento de la promesa hecha por el Señor al concluir su vida terrena: Dios habría de enviar su Espíritu, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, para que interceda y conduzca a la Iglesia hasta el final de los tiempos, indica la nota de ACI Prensa.

La Iglesia reunida a la espera del Espíritu

‘Pentecostés’ es una palabra proveniente del griego: πεντηκοστή, pentēkostḗ, cuyo significado es ‘quincuagésimo’. Es decir, se trata de una alusión a la fiesta que se celebra el quincuagésimo día del Tiempo Pascual.

En el segundo capítulo de los Hechos de los Apóstoles podemos encontrar el relato de lo acontecido a los cincuenta días (quincuagésima) de la Resurrección del Señor: “De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo” (Hch 2, 1-11).

La Iglesia Católica expresa el gozo de este acontecimiento histórico cantando la Gloria del Espíritu Santo en la llamada ‘Secuencia’, Veni, Sancte Spiritus [Ven Espíritu Santo]:

Ven, Dios Espíritu Santo,
y envíanos desde el cielo
tu luz, para iluminarnos.
Ven ya, padre de los pobres,
luz que penetra en las almas,
dador de todos los dones.

Fuente de todo consuelo,
amable huésped del alma,
paz en las horas de duelo.
Eres pausa en el trabajo;
brisa, en un clima de fuego;
consuelo, en medio del llanto.

Ven, luz santificadora,
y entra hasta el fondo del alma
de todos los que te adoran.
Sin tu inspiración
divina los hombres nada
podemos y el pecado nos domina.

Lava nuestras inmundicias,
fecunda nuestras desiertos
y cura nuestras heridas.
Doblega nuestra soberbia,
calienta nuestras frialdad,
endereza nuestras sendas.

Concede a aquellos que ponen
en ti su fe y su confianza
tus siete sagrados dones.
Danos virtudes y méritos,
danos una buena muerte
y contigo el gozo eterno.

Un nuevo Pentecostés

San Juan Pablo II, al reflexionar sobre este acontecimiento en su encíclica «Dominum et Vivificantem«, Sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y el mundo, recordaba la importancia que tiene Pentecostés para la vida de la Iglesia a lo largo de la historia. El Papa recordaba que “el Concilio Vaticano II habla del nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés. Tal acontecimiento constituye la manifestación definitiva de lo que se había realizado en el mismo Cenáculo el domingo de Pascua”.

Cristo resucitado -sigue el Papa- vino y ‘trajo’ a los apóstoles el Espíritu Santo. Se lo dio diciendo: ‘Recibid el Espíritu Santo’. Lo que había sucedido entonces en el interior del Cenáculo, ‘estando las puertas cerradas’, más tarde, el día de Pentecostés es manifestado también al exterior, ante los hombres”.

El Santo Pontífice, citando la constitución dogmática del Concilio Vaticano II “Lumen Gentium” [Cristo, Luz de los pueblos] resaltaba que “el Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Co 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Ga 4,6; Rm 8,15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Co 12,4; Ga5,22)”.

¡Salgamos a anunciar el Evangelio al mundo, confiados en el Espíritu Santo!

Por: Agencia