La primera Copa del Mundo en Medio Oriente finalmente será inaugurada dentro de un mes en Catar y pondrá fin a un turbulento ciclo de 12 años que ha transformado la nación.
Catar ha sido cuestionada sobre cómo logró persuadir a la FIFA para darle la sede en 2010; criticada por el trato recibido por los trabajadores migrantes contratados para la construcción de los estadios y demás infraestructura del torneo; y blanco de las mofas del mundo del fútbol tras tener que cambiar las fechas tradicionales de junio y julio para jugar en noviembre y diciembre.
La pequeña nación árabe que prospera en el Golfo Pérsico ha superado todo eso, al igual que la hostilidad de los estados vecinos que impusieron un boicot económico y diplomático de tres años que culminó en enero de 2021.
El 20 de noviembre, la máxima cita del fútbol finalmente se pondrá en marcha un par de horas después de la puesta del sol en el estadio Al Bayt, con capacidad para 60.000 aficionados, un nuevo escenario situado al norte de Doha que fue construido expresamente para el Mundial. El selección anfitrión, con su uniforme de color granate, abrirá el certamen contra Ecuador.
Cada uno de los 64 partidos que involucrarán a 32 equipos durante 29 días se jugarán en Doha, además de varios recitales y eventos culturales de un fiesta futbolera en la conservadora sociedad del país musulmán.
A lo largo de un mes, Catar relajará sus restricciones sobre dónde se pueden adquirir bebidas alcohólicas, incluyendo la cerveza de Budweiser, patrocinador del Mundial, en los ochos estadios y en la zona de la pantalla gigante oficial, situada en el parque de Al Bidda Park.
El presidente de la FIFA Gianni Infantino prometió el lunes que el de Catar será “el mejor Mundial de la historia, dentro y fuera del campo”. Dijo lo mismo en Moscú hace cuatro años cuando Rusia fue la anfitriona del certamen.
Sin embargo, desde que en 2010 se decidió seleccionar a Rusia y Catar como futuras sedes del Mundial, 21 de los 24 hombres que formaban parte del comité ejecutivo de la FIFA fueron encontrados culpables por diversas causas penales, exonerados en juicios o implicados en delitos.
El entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fue uno de ellos, y sigue vetado del deporte que lideró durante 17 años por varias fechorías. Blatter, sin embargo, asegura que no votó a favor de Catar.
Se calcula que Catar recibirá a 1,2 millones de visitantes para el primer Mundial que se juega en medio de la tradicional temporada del fútbol europeo, decisión que se tomó para evitar el abrasador calor del desierto en Medio Oriente.
“Estamos abriéndoles nuestras puertas en Doha sin discriminación”, dijo el emir de Catar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, a la Asamblea General de las Naciones Unidos en Nueva York el mes pasado.
Sin embargo, un recurso legal mantiene un elemento de incertidumbre sin precedente sobre la participación de una de las selecciones. Chile y Perú han recurrido al Tribunal de Arbitraje Deportivo para cuestionar clasificación de Ecuador, insistiendo que incurrió en alineación indebida con el jugador Byron Castillo.
El certamen de este año será uno de los más caros para los aficionados que viajen, y el más politizado en tiempos modernos. Ahora mismo, jugadores de la selección de Brasil son herramientas políticas en una campaña electoral, y los de Irán han apoyado las protestas en el país tras la muerte de una mujer de 22 años luego de ser detenida por la policía de la moral.
Ocho de las 13 selecciones europeas anunciaron el mes pasado que sus capitanes lucirán brazalates con un corazón multicolor en respaldo de la campaña “One Love” contra la discriminación.
El gesto desafía la reglamentación de la FIFA. También refleja la ambivalencia de que la cita cumbre del fútbol se dispute en Catar, país donde las relaciones homosexuales son ilegales y el debate sobre los derechos humanos y laborales han dado una para una década de polémica. Catar se defiende mencionando reformas en su legislación y que los hinchas LGTBQ no serán detenidos.
Esta semana, la Federación Estadounidense de Fútbol se sumó a otras seis de Europa al respaldar el reclamo de defensores de los derechos humanos a favor de crear un fondo de compensación para los trabajadores, en su mayoría del sur de Asia, que han muerto o sufrieron heridas.
“Al acercarse el Mundial, la tarea de proteger a los trabajadores migrantes de la explotación apenas está a medio camino, mientras que compensar a los que han sufrido abusos apenas comienza”, dijo Steve Cockburn, el director de justicia social y económica de Amnistía Internacional.
Alasdair Bell, secretario general adjunto de la FIFA, dijo la semana pasada que la organización está abierta para consultas sobre remedios y reparaciones. No quedó claro si el dinero saldrá de los 6.000 millones de dólares que la FIFA genera con el Mundial; el gobierno de Catar, que ha reformado muchas leyes laborales con más rapidez que otros países vecinos; o las empresas de construcciones, que contrataron a trabajadores con condiciones que activistas compararon como de esclavitud moderna.
El trabajo de esos obreros transformó a Doha en una ciudad futurista, y cuya ambición de emular a otros ricos polos regionales como Dubái y Singapur podrá plasmarse durante el Mundial.
“Al ver el país hoy en día, los modernos estadios, las canchas de entrenamiento, el metro, la amplia infrastructura, todo está a punto y todo el mundo será bienvenido”, dijo Infantino, quien se mudó de Zúrich para vivir en Doha en el año previo al torneo.
La infraestructura está lista en un país de apenas 350.000 ciudadanos y que vio crecer su población a 2,6 millones con la llegada masiva de obreros en los sectores de construcción y servicios, además de empleos de cuello blanco.
“El mundo podrá constatar que países pequeños y medianos pueden albergar eventos globales con gran éxito”, dijo al emir a los delegados de la ONU.
Por: Agencia