lunes, noviembre 18

Capturan al «chef de la muerte» que enviaba veneno por correo

Comúnmente utilizado como conservante en carnes curadas, el nitrito de sodio también es empleado por personas para terminar con sus vidas cuando se ingieren en dosis más altas. De modo que no resultaba sospechoso que el cocinero Kenneth Law, del famoso Fairmont Royal York Hotel, lo comprara en grandes cantidades para venderlo luego a personas con tendencias suicidas.

Hasta que en una conversación con un periodista infiltrado de The Times -que se hizo pasar como cliente-, reconoció haber enviado el producto a «cientos de personas» y que habían muerto «muchos, muchos, muchos, muchos», tanto en Reino Unido, como en Estados Unidos, Canadá y «en otras partes del mundo».

Law detalló que la sustancia la enviaba en un «paquete muy discreto, un sobre de un cuarto de pulgada de grosor que cabía en casi todos los buzones», reseñó El Cooperante.

Al parecer, la idea de vender este producto se le ocurrió después de ver sufrir mucho a su madre, que tuvo un derrame cerebral. «Estaba postrada en cama, no podía hablar y tuvieron que alimentarla a través de un tubo hasta el estómago durante más de siete años. Fue muy doloroso. No solo para su familia, sino también muy doloroso para mí ser testigo», explicó al reportero del Times, a quien reveló que crear ese negocio fue una suerte de «vía de escape» para que las personas, «si se encuentran en esa circunstancia puedan tomar decisiones por sí mismos».

Hasta ahora, le acusan de estar tras la muerte de siete personas en Reino Unido y otras 70 en toda Europa.

Law vendia la sustancia por internet y la enviaba por correo postal. Una vez capturado, no ocultó su participación en el negocio y le confirmó a los medios que estaba vendiendo la sustancia potencialmente letal a compradores internacionales:

«Estoy vendiendo un producto legal, está bien. ¿Y qué hace la persona con él? No tengo control», dijo a la prensa. Tambien reveló al periodista infiltrado que sus clientes le llamaban «Dios». También dijo a la prensa, luego de su captura, que «no estamos lo suficientemente avanzados como civilización para aceptar la muerte abiertamente» y las leyes no lo permiten».

Asistir al suicidio es un delito castigado en Canadá y en Reino Unido con hasta 14 años de prisión.

Por: Agencia