Con algunos rociadores y escasas herramientas, brigadas de bomberos voluntarios continuaban trabajando en la madrugada de este jueves para frenar persistentes incendios en la provincia boliviana de Santa Cruz (este).
«Esto es un desastre«, dijo entre humo y hollín el subgobernador de la provincia cruceña de Ñuflo de Chaves, Daniel Velásquez.
Ubicada en la Chiquitanía, una región de transición entre la Amazonía y el Chaco, esa es una de varias provincias donde los incendios se han vuelto moneda corriente, sobre todo entre julio y septiembre.
Trabajando solo de noche por los riesgos que suponen las altas temperaturas durante el día, 60 personas se adentran entre los matorrales para extinguir las llamas y apagar las brasas que, invisibles, se van formando bajo la hojarasca.
Tal como lo había afirmado antes el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, el subgobernador aseguró que la mayoría de los focos fueron «provocados».
De acuerdo con la ONG Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), que identifica focos de calor mediante imágenes satelitales, unas 749.000 hectáreas se quemaron entre enero y julio de 2021 y la cifra sigue aumentando.
Según un reporte presentado este mes por dicha organización, los departamentos de Santa Cruz y Beni (noreste) «concentran el 94% de las áreas quemadas«, con al menos 564.000 y 137.000 hectáreas consumidas por el fuego respectivamente.
Los incendios de bosques suelen producirse en Bolivia por la deforestación que permite ampliar la frontera agrícola y agropecuaria, así como la quema de vegetación para preparar el terreno previo a la siguiente temporada de siembra.
FAN estimó que los incendios forestales destruyeron en 2020 más de 2,3 millones de hectáreas de bosques y pastizales.
En 2019, se registraron en el país sudamericano enormes incendios que, según datos de la misma ONG, arrasaron 6,4 millones de hectáreas. AFP
Por: Agencia