Este 24 de julio se cumplirán 200 años del combate naval del Lago de Maracaibo. Una fecha para recordar y relanzar la unidad gran colombiana, sellada en esa jornada por los marineros venezolanos del Coquivacoa, los costeños neogranadinos. Los soldados y oficiales de Colombia unida.
Ese día se asienta en la historia de nuestros países la partida de nacimiento de nuestras marinas de guerra. Se cierra el ciclo de la presencia militar española en nuestros territorios.
Leyendas y datos probados rodean la historia del Almirante José Prudencio Padilla. Indudable jefe de la armada victoriosa en esa jornada. Dentro de aquella sociedad colonial, en la costa colombiana, en Bogotá, de seguro todavía era difícil de asimilar para muchos: lo era para las elites europeas en declive, con sus complejos de superioridad étnica y para los nativos del pueblo, acostumbrados por el control a la sumisión y a la admisión de su situación de minusvalía para aceptarse como ciudadanos de tercera.
Nacido de afrodescendiente y de indígena nativa, estaba marcado Padilla para ser parte de la peonada de haciendas o de servicio en casas de pudientes de la vista colombiana. Sus cualidades como marinero, su destreza, su viveza caribeña, dieron lugar a que se aceptara, parte de los jefes marinos, en la flota dónde logró reconocimiento y prestigio.
Faltan muchos detalles de las primeras incursiones de José Prudencio Padilla en aquellas jornadas de conflicto entre las flotas imperiales. Sumado a la naciente armada gran colombiana, recibe la responsabilidad para desalojar los reductos de la flota española en lo que algunos llamaban la Laguneta de Maracaibo.
Cuentan los historiadores de lo que significó la entrada a las agua del lago desde el Golfo de Venezuela. «Forzar la barra». La ubicación de la flota patriota a la altura de los puertos de Altagracia, las coordinaciones con Manuel Manrique, jefe del ejército de tierra en aquella jornada, son parte de un relato que requeriría otro capítulo ampliado de «Colombia Heroica».
Finalmente la batalla. Esa mañana del 24 de julio de 1823, se juntaron las voluntades, se juntó la determinación para ser libres de los marinos colombianos. El liderazgo de Padilla en las horas finales, su ascendencia moral sobre oficiales y tropas, el repaso de las señas. Todo es parte de la heroica historia naval de nuestros países.
Viveza caribe, arrojo de oficiales y soldados, precisión en la ejecución de las tareas. Todo se juntó para que la victoria patriota sellara la independencia de Colombia. Luego de aquella jornada, vienen las horas aciagas. Los susurros, las luchas, los vaivenes del poder. Algunos hablan de diferencias por asuntos «de faldas» entre Padilla y Mariano Montilla, jefe militar de la plaza de Cartagena.
Lo cierto es que Padilla, estaba preso los días de la noche septembrina en Bogotá. Enjuiciado por un tribunal militar. Bolívar lamentaba de manera dolorosa el fusilamiento de Piar y de Padilla. Aún con el conocimiento de lo que fueron las vidas y las situaciones de los pro hombres de nuestra independencia, nos corresponde potenciar sus acciones vitales a favor de a nuestra unidad, a favor de la libertad.
Lamentar con Bolívar lo sucedido pero afirmarnos en sus logros, como la victoria naval de Maracaibo, cierre de ciclo de una época de nuestra historia y nacimiento de una nueva vida, sin dominación extranjera para nuestros pueblos.
Celebración colombiana la del 24 de julio. 200 años de la victoria de Maracaibo.
Por Francisco Arias Cárdenas