jueves, noviembre 21

Argentina ya tiene su primera santa, Mama Antula

Argentina ya tiene su primera santa, Mama Antula, la laica consagrada que ha sido elevada a los altares en una multitudinaria Misa con el rito de canonización presidida por el Papa Francisco este 11 de febrero en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Miles de fieles y religiosos fueron llegando al templo desde primera hora de la mañana para participar en esta histórica ceremonia, que comenzó a las 9.30 horas (hora de Roma), indica la nota de Aci Prensa.

El presidente de Argentina, Javier Milei, llegó a la basílica junto a la delegación del país unos 20 minutos antes de que diera comienzo la Eucaristía. Tras saludar a algunos de los más de 500 argentinos presentes, ocupó su lugar en una de las primeras filas del lado derecho del altar.

Crédito: Daniel Ibáñez/ ACI Prensa

El Santo Padre y el nuevo presidente de Argentina tuvieron un breve encuentro antes de que comenzara la ceremonia. El Papa saludó además a la hermana del presidente, Karina Milei, Secretaria General de la Presidencia. También, el líder político tuvo ocasión de abrazar al Santo Padre al término de la ceremonia, antes de que el Pontífice abandonara la basílica por el pasillo central.

El Papa Francisco y Javier Milei se encuentran antes de la Misa de canonización de Mama Antula. Crédito: Vatican Media

Al inicio de la Eucaristía, el Cardenal Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, leyó la biografía de María Antonia de la Paz y Figueroa, conocida por todos como Mama Antula y considerada “la madre espiritual de la nación”.

Que Mama Antula nos ayude “a crecer en la caridad según el corazón de Dios”.

En su homilía leída en italiano, el Papa Francisco remarcó que “en un contexto marcado por la miseria material y moral”, la nueva santa “se desgastó en primera persona, en medio de mil dificultades, para que muchos otros pudieran vivir su misma experiencia”.

Así, Mama Antula “involucró a un sinfín de personas y fundó obras que perduran hasta nuestros días. Pacífica de corazón, iba ‘armada’ con una gran cruz de madera, una imagen de la Dolorosa y un pequeño crucifijo al cuello que llevaba prendida una imagen del Niño Jesús”.

También recordó que la santa argentina solía decir que “la paciencia es buena, pero es mejor la perseverancia”, e instó a que su ejemplo y su intercesión “nos ayuden a crecer en la caridad según el corazón de Dios”.

“Las lepras del alma”

En el día en que la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo, el Papa Francisco advirtió acerca de las “tres causas de la injusticia”, las que definió como “las lepras del alma”: el miedo, el prejuicio y la falsa religiosidad.

Al reflexionar sobre el pasaje del Evangelio, que trata sobre un enfermo de lepra que es marginado, puesto bajo prejuicio y descartado, el Santo Padre precisó que esta enfermedad “se asocia todavía a actitudes de marginación” y advirtió que no es “una cosa del pasado”.

Cuántas personas que sufren encontramos en las aceras de nuestras ciudades, y cuántos miedos, prejuicios e incoherencias, aun entre los que creen y se profesan cristianos, contribuyen a herirlas aún más”, lamentó el Papa Francisco.

Crédito: Daniel Ibáñez/ ACI Prensa

El remedio a las enfermedades: tocar y sanar como hizo Jesús

Para “sanar” estas enfermedades, el Papa Francisco propuso imitar el ejemplo de Jesús, quien “toca y sana”.

El Santo Padre subrayó que el “camino” de Jesús, quien tocó al leproso a pesar que sabía que podrían rechazarlo, “es el del amor que se acerca al que sufre, que entra en contacto, que toca sus heridas”.

Señaló además que Dios “no permaneció distante en el cielo, sino que en Jesús se hizo hombre para tocar nuestra pobreza”.

Y frente a la ‘lepra’ más grave, la del pecado, no dudó en morir en la cruz, fuera de los muros de la ciudad, repudiado como un pecador, para tocar nuestra realidad humana hasta lo más hondo”.

Al mismo tiempo, el Papa Francisco aseguró que esto “no es fácil” y que para lograrlo “debemos vigilar cuando en el corazón se asoman los instintos contrarios a su hacerse cercano y a su hacerse don”.

Esto ocurre, según el Pontífice, cuando “tomamos distancia de los demás para centrarnos en nosotros mismos, cuando reducimos el mundo a los recintos de nuestro ‘estar bien’, cuando creemos que el problema son siempre y solamente los demás”.

En estos casos tengamos cuidado, porque el diagnóstico es claro: se trata de ‘lepra del alma’, una enfermedad que nos hace insensibles al amor, a la compasión, que nos destruye por medio de las ‘gangrenas’ del egoísmo, del prejuicio, de la indiferencia y de la intolerancia”.

Además, aseguró que “si no se actúa de inmediato, la infección crece y se vuelve devastadora”.

Es dejándonos tocar por Jesús que sanamos por dentro, en el corazón. Si nos dejamos tocar por Él en la oración, en la adoración, si le permitimos actuar en nosotros a través de su Palabra y de los sacramentos, el contacto con Él nos cambia realmente, nos sana del pecado, nos libera de las cerrazones, nos transforma más allá de cuanto podamos hacer por nosotros mismos, con nuestros propios esfuerzos”.

¿Hago que Jesús toque mis lepras?

Además, explicó que las heridas deben presentarse al Santo Padre en la oración: “Pero no una oración abstracta, hecha sólo de fórmulas repetitivas, sino una oración sincera y viva, que deposita a los pies de Cristo las miserias, las fragilidades, las falsedades, los miedos”.

En este sentido, animó a los fieles a hacerse la siguiente pregunta: ¿Hago que Jesús toque mis “lepras” para que me sane?

Cuando nos dejamos tocar por Jesús, afirmó el Pontífice, “los tejidos del corazón se regeneran; la sangre de nuestros impulsos creativos vuelve a fluir cargada de amor; las heridas de los errores del pasado se curan y la piel de las relaciones recupera su consistencia sana y natural”.

De esta forma, también “retorna así la belleza que tenemos, la belleza que somos. Sintiéndonos amados por Cristo redescubrimos la alegría de entregarnos a los demás, sin miedos ni prejuicios, libres de formas de religiosidad anestesiantes y despojadas de la carne del hermano. Así se fortalece en nosotros la capacidad de amar, más allá de cualquier cálculo y conveniencia”.

Además, el Santo Padre aseguró que “sería engañoso pensar que este milagro requiera formas grandiosas y espectaculares para realizarse, porque sucede principalmente en la caridad escondida de cada día«.

«Esa caridad -continuó- que se vive en la familia, en el trabajo, en la parroquia y en la escuela; en la calle, en las oficinas y en los negocios; esa caridad que no busca publicidad y no tiene necesidad de aplausos, porque al amor le basta el amor”.

Por último, invitó a practicar “la cercanía y discreción” y aseguró que “Dios nos ama así, y si nos dejamos tocar por Él, también nosotros, con la fuerza de su Espíritu, podremos convertirnos en testigos del amor que salva”.

Por: Agencia