Obras son amores y no buenas razones. Así repetimos y aprendimos del viejo adagio español. Al Zulia llegamos, lo he dicho muchas veces, porque lo siento como las piedras y los abonos que se desprenden de la cordillera y bajan por los cauces, a veces inmensos de los ríos que vienen al Lago de Maracaibo.
El Zulia lo veía al norte desde niño. En las oscuras noches del pie de monte andino, en San Juan de Colón. Lo veía en el relámpago del Catatumbo, misterioso y persistente, luz sin ruido, sin truenos, y a veces con ellos, que generaba asombro en mi infancia.
Era, en mi niñez, enigmático y lejano el Zulia. Teníamos la imagen formada de un sitio con gente que vivía en la opulencia. Los vecinos del fondo de nuestra casa, afirmaban esa visión, lanzaban según ellos por inútiles, las monedas de 25 céntimos que llamábamos mediecitos. Eso nos causaba una gran sorpresa y nosotros los recogíamos para buscar completar recursos con los cuales compramos dulces y chucherías en la «tienda del señor Jesús».
Al Zulia viaje por primera vez cuando tenía 15 años, terminado el tercer año de bachillerato. En un viejo autobús por lo que llamábamos «la panamericana». Recuerdo el interminable viaje aquel, el calor terrible de la Costa Oriental, el puente sobre el lago, apenas recién inaugurado.
Luego el Seminario de Maracaibo, el compartir con “los maracuchos». Acercamiento en casas de «cursillistas de Cristiandad”. Allí vimos otras facetas de las familias zulianas: El respeto, el afecto, el trabajo. La humanidad de los zulianos.
El Zulia es lo que dice la gaita…«todo lo tiene, todo lo das, es quien te vive, quien te trabaja un hijo más». Así nos hemos sentido todos estos años. Jesús Javier mi hijo, apenas un niño, con la chispa del zuliano que lleva en su sangre, cuando veníamos del acto protocolar de imposición de la banda de gobernador hacia la Residencia Oficial, abstraído pensando en los primeros decretos de gobierno, me interrumpe para preguntarme, papá, ¿qué siente un gocho entrando a la residencia de la gobernación del Zulia?. Me sonreí y le dije, hijo, un gran compromiso con esta gente buena y noble. A agradecer, a corresponder con obras que son la manera de regresar el amor a quien te lo da. Me dediqué a mis responsabilidades.
Así apuramos y concluimos el Hospital de Especialidades Pediátricas, el área de consulta externa del Hospital Central Dr. Urquinaona, construimos y reconstruimos la red ambulatoria, las escuelas, la recuperación de la infraestructura deportiva, para que se realizaran los mejores Juegos Centroamericanos y del Caribe de la historia en la región.
La segunda victoria electoral, de 1998, fue corta. Nos lanzamos en el 2000 a la contienda nacional. De nuevo los zulianos me dieron muestra de su confianza mayoritaria en aquella contienda entre hermanos, como dijo Chávez.
En el período de gobierno, el tercero en el Zulia, que culminó en el 2017, igual hicimos esfuerzos para atender problemas estructurales, para atender necesidades sentidas y lograr efectos buenos para la mayoría. Así retomamos la recuperación de la infraestructura en salud, en educación, en vialidad y servicios. Más de treinta kilómetros de la Autopista Lara-Zulia, Distribuidor Pompeyo Davalillo en Cuidad Ojeda. Conclusión en tiempo récord del Distribuidor Maisanta en la vía del Aeropuerto La Chinita. (Ya en el primer periodo habíamos construido el terminal internacional y recuperado los Aeropuertos de Santa Bárbara y de Cabimas).En salud, lo más significativo fue el Oncológico Humberto Fernández Morán. Es un gran esfuerzo que solo puede moverlo el amor.
En nuestro paso por el Zulia, nos hemos entregados al trabajo con dedicación, entereza, compromiso y humildad, con amor por esta tierra, amor por su gente que nos cobijó y nos quiere, pues amar a esta región es tenerla como centro de nuestro corazón, iluminado para siempre por la permanente luz del “Rayo del Catatumbo”.
Por Francisco Arias Cárdenas