La crisis carcelaria de Ecuador vivió este lunes un nuevo baño de sangre donde fueron masacrados y asesinados al menos 43 presos en la prisión de Santo Domingo de los Tsáchilas, con lo que superó los 400 reclusos fallecidos en enfrentamientos entre bandas rivales en poco más de dos años.
Si en 2020 fueron 46, la violencia dentro de las cárceles ecuatorianas se desbordó en 2021, cuando se registraron 316 reos perecidos en distintas matanzas, y este 2022 va rumbo a repetir una cifra similar al acumular de momento 63 muertes.
Esta nueva masacre es más la más grande de este año 2022, por encima de la anterior, ocurrida un mes atrás en la cárcel de la sureña ciudad andina de Cuenca, donde murieron 20 reclusos y al menos otros diez resultaron heridos.
Ambos episodios tienen detrás a las mismas bandas rivales, según afirmó el ministro del Interior, Patricio Carrillo, en una rueda de prensa.
Por un lado está una organización autodenominada «Los Lobos», que aparentemente busca escarmentar con estas sanguinarias acciones a un grupo disidente autodenominado «R7».
Antes de estos episodios, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, presumía de que en los tres primeros meses de 2022 apenas habían fallecido ocho presos en las cárceles ecuatorianas, y que las muertes intracarcelarias se habían reducido más del 90 % sobre el año anterior, cifras que saltaron por los aires con las dos últimas matanzas.
A diferencia de la masacre de abril en Cuenca, donde se usaron armas de fuego, entre ellas fusiles de asalto, esta matanza se libró con armas blancas, según los primeros indicios reportados por las autoridades, lo que puede explicar las escabrosas imágenes trascendidas en redes sociales.
Por: Agencia