lunes, diciembre 23

La dictadura del mínimo esfuerzo

Un pueblo que confunde la viveza con sabiduría no conoce su historia y mucho menos la comprende. Se convierte en ciencia ficción, en una película de Marvel con héroes y villanos exagerados, como lo es la sublimación de nuestro máximo héroe nacional y ese maluco expulsado del billete de 20 que es el catire Páez por haber saboteado el sueño de la Gran Colombia.

Por estos días escuché decir o más bien prometer, al prócer de esta involución que por un error de cálculo el bienestar económico del país queda pospuesto hasta el 2030. Un nuevo año icónico en ese despropósito que ha sido esta odisea del siglo 21 y ves que desde el inicio de las actividades bancarias en el Templo Rojo de Uruk, de Mesopotamia en el año 3.400 antes de Cristo creo que nos hemos convertido en una vanguardia universal de la incertidumbre económica, mejor conocida en el ámbito de la plebe dignificada como pelazón de bola.

Un colapso ético y épico de un saqueo incalculable que deja en pañales a los espejitos que nos cambiaron por oro los conquistadores españoles.

Como le leo a ese pesimista aunque sabio, mi siempre admirado y citado José Ignacio Cabrujas: “ Venezuela toda es un campamento y además tiene una cultura de campamento”. Nada hasta ahora es mejor metáfora de un país sin rumbo que aquel “por ahora” de quién quiso ser el jefe eterno del campamento.

Hay la inmensa mayoría de los venezolanos viviendo aventuras extremas dentro y fuera de nuestras fronteras sr preguntan. Cómo esto ha podido durar tanto?.

Vuelvo a citar al maestro Cabrujas: «El país se ha vaciado de sus significados, de las tres o cuatro inquietudes conceptuales que lo definían y ahora no alcanza a mirarse y entenderse. Lo ideológico dejó de existir al menos en nuestras prioridades”.

Nos hemos sumido en un vacío trágico, en un modo de vida escéptico, dónde nos sentimos derrotados y como el espejismo de la propaganda goebbeliana, creemos que hemos Sido derrotados. Cómo la herencia de la riqueza petrolera o la tradición de los juegos de azar esperamos un suceso extraordinario que nos cambie la vida para siempre.

Le echamos las culpas de nuestras desgracias a los caudillos o mesías de turno, pero como en aquella película amarga de la mortalidad humana dirigida por Robert Redfor. Nada es para siempre.

O la niña con el abrigo rojo del campo de concentración nazi en blanco y negro de la película La Lista de Schindler que explicaba su director Steven Spielberg como una mancha en el retraso de la intervención de los países aliados para detener el holocausto.

Guardando distancias con la tragedia del pueblo judío, todos sabemos lo que sucede. La exaltación de los nuevos miembros de la corte malandra, las palabras y los términos equivocados para los trending topics, las consignas jetonas, las guerras imaginarias y los bonos marginales.

La acción invasiva y eficiente de la política en todos los aspectos de nuestra vida.

Te toca hacer el esfuerzo de no rendirte, de no hacerte el loco para vencer la dictadura del mínimo esfuerzo. Quizás así alguna ves esto dejará de ser un campamento y finalmente se convierta en un país en estado de gestación. Y como todo por aquí siempre promete empeorar, llegará el momento que necesitaremos creérnoslo.

Por: Amos Smith