lunes, diciembre 2

Una exposición en París recuerda las raíces españolas del «Bolero» de Ravel

El «Bolero» de Maurice Ravel (1875-1937) es una de las obras de música clásica más conocidas de la historia, y su gestación y sus raíces españolas son objeto de una exposición en París, a pocos meses del 150º aniversario del compositor francés.

En 2017, con motivo de un litigio sobre los derechos de autor de la obra, la Sociedad de Autores francesa había calculado que el «Bolero» era escuchado en alguna parte del mundo cada diez minutos.

A partir de una base rítmica que abre el percusionista con una caja, en ostinato, los instrumentos se van añadiendo como una danza oriental, repitiendo dos temas de 16 compases en crescendo, durante 17 minutos, hasta el estallido final, con la orquesta al completo.

Es una obra singular en la historia de la música porque mezcla el orientalismo con el maquinismo vanguardista, con esa «repetición obsesiva de la melodía» que causó sensación en su época, explica a la AFP el comisario de la exposición, Pierre Korzilius.

La exposición, con objetos de la casa de Ravel (en las afueras de París), instrumentos, fotografías y videos de coreografías, estará abierta en la Ciudad de la Música de París hasta el 15 de junio.

«¿Mi obra maestra? El Bolero, por supuesto. Lástima que esté vacío de música», comentó en una ocasión Ravel al final de su vida, cuando su fértil carrera ya había sido opacada por el fenomenal éxito de esa obra.

La partitura original, expuesta en esta exposición, muestra que esa provocación del autor no andaba desencaminada.

«El ritmo inicial, con la caja, está escrito al principio, solo una vez. Luego son repeticiones. Es esa noción industrial, como si apretaras una sola vez el botón, y la máquina se pone en marcha», explica el comisario.

Sin acento

El «Bolero» fue creado, con su grafía española (sin acento), en noviembre de 1928 para una bailarina, Ida Rubinstein, que adoraba la música española y quería interpretar una danza de aires exóticos en la Ópera de París.

Ravel era hijo de un ingeniero industrial y una vascofrancesa. Su padre trabajó durante años en los ferrocarriles al sur de los Pirineos, donde conoció a su esposa. «Sin Madrid probablemente yo no existiría», afirmó Ravel.

El proyecto original, a principios de 1928, es transcribir para orquesta la suite «Iberia» del español Isaac Albeniz. Pero Ravel pronto descubre que los derechos de la obra pianística ya están comprados.

Ravel siempre tuvo una debilidad por la herencia musical hispana, que había mostrado en obras como «Habanera» (1896), «Pavana para una infanta difunta» (1899), y «L’Heure Espagnole» (1907).

Apurado bajo reclamos urgentes de la bailarina Ida Rubinstein, Ravel confiesa en una carta a un amigo (reproducida en la exposición) que se lo va a jugar el todo por el todo y que va a retomar un «artefacto» musical que tenía en la cabeza desde hacía tres años, y que no se atrevía a poner por escrito por temor a ser «saboteado».

La idea es retomar la danza española del siglo XVIII conocida como bolero, que luego llegará y será transformada en Cuba.

El «Bolero» es estrenado como ballet en la Ópera de París el 22 de noviembre de 1928, con Ida Rubinstein vestida de maja española y su coro de bailarines al estilo flamenco.

«¡Está loco!, ¡está loco!», gritó una espectadora en ese estreno. «Esa lo ha entendido todo», replicó el autor entre bastidores.

Por: Agencia