Julio Iglesias tiene 81 años y, por cierto, nació varias veces. Y cada vida que le tocó supo convertirla en oro. La historia de este madrileño que jugó bien al fútbol hasta que sus piernas dejaron de caminar; que le cantó al amor sin la mejor voz y sin ninguna formación musical y que conquistó aplausos en todo el planeta, vendiendo millones de discos; que a pesar de sus dolorosas lesiones logró pararse sobre los escenarios; que arrastra la leyenda de haber tenido tres mil amantes; cantó con Frank Sinatra, Diana Ross o Charles Aznavour; logró entrar varias veces al Libro Guinness de los récords y que amasó un fortuna. ¿Vale? Sí, vale la pena repasar su vida.
El arquero del Madrid
Su madre María del Rosario “Charo” de la Cueva y Perignat lo empujó al mundo el 23 de septiembre de 1943 y lo llamó Julio. El niño heredó el nombre de su padre Julio Iglesias Puga, ginecólogo y cirujano oriundo de Galicia. Dos años después nació el hermano, Carlos. Las malas lenguas sostuvieron siempre que el menor era el preferido de la madre, reseñó Infobae.
Los Iglesias eran de una clase acomodada y vivían en el coqueto barrio de Argüelles, pero no eran una pareja feliz. A pesar de ello siguieron adelante juntos como tantas familias donde la felicidad no es lo primero. Los chicos asistieron a buenos colegios y Julio comenzó a jugar al fútbol. No era lo que más les gustaba a sus padres, pero aceptaron su elección. Era arquero y lo hacía muy bien. Terminado el colegio comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Madrid (luego denominada Complutense) mientras jugaba en el club que amaba: el Real Madrid. En esa institución coincidió con otros deportistas que serían de renombre en el fútbol como Pirri, Pedro de Felipe y Amancio Amaro.
Julio prometía ser de los buenos y acababa de ser fichado como arquero para el juvenil B del Real Madrid cuando esa primera vida como deportista quedó truncada. Tenía 18 años la noche del 22 de septiembre de 1962, cuando al volver de un festejo anticipado por su cumpleaños 19, el auto en el que iba con amigos se estrelló con violencia contra unos arbustos en Majadahonda, al norte de la ciudad de Madrid. Su futuro cambió para siempre a las dos en punto de la madrugada. Tras el choque, quedó inconsciente.
Parálisis, tumor y radioterapia
Se despertó en el Hospital Eloy Gonzalo. El primer parte médico fue muy malo: tenía varias fracturas en sus piernas y una contusión fuerte en su columna dorsal. Uno de los médicos llegó a decirle que por los golpes sufridos no sabía si podría volver a caminar. Con el paso de los días el dolor se volvió intenso y con los meses empeoró a tal punto que sus piernas parecían ajenas. Adiós Real Madrid. El fichaje como arquero del juvenil B ya no sería posible.
Lo que había comenzado como un dolor de espalda producto de los golpes en ese accidente llevó a los médicos a un diagnóstico equivocado. El sufrimiento se volvió aterrador. Era algo incompatible con la vida normal. Al fin, muchos meses después de opiniones y terapias para rehabilitación y con su estado físico ya deteriorado, los especialistas le dijeron a Julio Iglesias Puga que su hijo tenía un tumor en el canal medular lo que generaba una gran comprensión y que era por eso que no podía caminar. Podía ser algo maligno.
Decidieron operarlo de manera urgente. Sería una cirugía muy delicada porque ya había perdido algunas funciones esenciales. Introducirían una aguja por la nuca para extraer el tumor. La cuestión era milimétrica. Cualquier falla podría tener consecuencias fatales y letales. Cuando salió del quirófano le confirmaron a su padre que habían hallado el tumor. El joven paciente fue rápidamente enviado a hacer radioterapia.
Las radiaciones con cobalto eran para ese entonces sumamente agresivas y ocasionaban serios efectos adversos. No solo no podía caminar, ahora también sufría daños colaterales que lo afectaban más de lo previsto. Don Julio, viendo lo que sufría su hijo, decidió correr el riesgo de suspender el tratamiento. Hizo bien. Tiempo después supieron que el tumor era benigno. Ese fue otro nuevo nacimiento para Julio Iglesias.
Años después lo explicó él mismo así en Televisión Española: “El accidente fue una contusión en mi sistema dorsal que produce una hemorragia interna en el sistema vertebral, y luego se convierte, a los cuatro meses del accidente, en una tumoración quística y empieza a desarrollarse el tumor y a comprimir el sistema nervioso central hasta que me quedo totalmente paralítico. Me operan y salgo de la operación de muchas horas absolutamente mal. (…) estoy sondado todo el tiempo. Muy feo (…) A los tres o cuatro meses empiezo a recuperarme un poco y a mover un poco los pies. Un paso era un mundo para mí”.
Ahora vendría la recuperación física. Larga y dolorosa. También la recuperación mental. Porque Julio vivía confinado en una cama y no creía tener demasiadas chances de volver a tener una vida normal como antes. Su padre fue su gran sostén. Don Julio Iglesias Puga dejó de trabajar y hasta cerró su clínica privada para atender a su hijo. Se encargó de todo: lo ayudaba a comer, a bañarse y a ir al baño. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para que no quedara confinado a una silla de ruedas. Se comportó como un padre ejemplar. Julio lo reconoció cada vez que pudo: “Hizo una pequeña habitación de hospital en mi casa. Mi padre dejó de ser cirujano durante un año y medio, dejó de ejercer para dedicarse solo y exclusivamente a mí”.
Por Agencia