viernes, noviembre 22

Imputan a venezolano que ofrecía viajes a Punta Cana en Uruguay

Un uruguayo creyó que, ingresando a un link, iba a comprar una estadía en un hotel en Punta Cana, República Dominicana. Confiado, escribió sus datos en una aplicación que apareció en la pantalla de su computadora. Era todo un engaño: un grupo de delincuentes enseguida supo la contraseña de su cuenta bancaria y comenzaron a sacar préstamos. Lograron extraer USD 9.500.

Detrás de esta maniobra estaba un ciudadano venezolano, que tenía como rol el de enviar el dinero que se obtenía a una cuenta ubicada en Argentina a través de un depósito en una tarjeta prepaga, reseñó Infobae.

Los casos se repitieron. Una segunda persona creyó que estaba participando en el sorteo de entradas, pero en realidad estaba siendo engañada. Sufrió el robo de USD 10.000.

Las situaciones llegaron a la Fiscalía de Flagrancia de Uruguay, que detectó que detrás de esta maniobra había una organización de estafadores montada. Operaban desde call centers que estaban ubicados en cárceles de Argentina y tenían mulas en Uruguay como el ciudadano venezolano que les servían para el envío de dinero.

La investigación la encabezaron los fiscales Raúl Iglesias y Claudia Amoedo. Los fiscales constataron que los estafadores cibernéticos utilizaban páginas que ofrecían paquetes de bajo precio en hoteles de Punta Cana o falsos sorteos para los recitales de Paul McCartney y Marc Anthony, quienes recientemente realizaron sus shows en Uruguay. También ofrecían otros “beneficios” para hacer caer a los potenciales y supuestos clientes.

Esta modalidad de estafa es conocida como phishing. Consiste en engañar a las personas para que brinden información personal o financiera, suplantando entidades legítimas o, lo que es lo mismo, haciéndose pasar por entidades de confianza. Los ciber delincuentes utilizan la información para perpetrar ataques al patrimonio de las víctimas, haciendo compras con tarjetas de crédito, sustrayendo dinero de los bancos en línea o solicitando préstamos a su nombre.

Estos casos que se descubrieron en Uruguay son estafas cibernéticas que fueron orquestadas desde cárceles argentinas y que contaban con un contacto en Uruguay, según declaró la fiscal Amoedo al El País. El vínculo uruguayo oficiaba de “mula”, porque su rol era la transferencia de dinero que se sustraía de las cuentas de las víctimas.

“La maniobra consistía en captar el consentimiento de las víctimas mediante engaños como participar de un viaje o recibir pasajes aéreos bonificados si accedían a llenar un formulario. De esa forma, los delincuentes se hacían de los datos de las cuentas bancarias y llaves digitales de los damnificados”, describió la fiscal.

En uno de los diálogos telefónicos del ciudadano venezolano la “mula” en Uruguay con los presos argentinos se quejaba de que la estaba pasando muy mal y les explicaba que necesitaba dinero para irse del país. En ese momento, los líderes de la organización le dijeron que se quedara con el 15 % de cada transferencia que había logrado. Pero como las denuncias se realizaron rápidamente, las instituciones bancarias lograron bloquearlas.

El venezolano fue imputado por la Justicia uruguaya por un delito de estafa. No podrá salir del país y deberá cumplir con con tareas comunitarias de ocho horas mensuales durante tres meses. “Hemos detectado varios tipos de estafas informáticas. Es común que el dinero se vaya para afuera del país. En este caso, se operaba de una prisión argentina”, señaló la fiscal.

En agosto una organización que realizaba estafas de WhatsApp en la cárcel cordobesa de Villa María. El escándalo había estallado originalmente en septiembre de 2023, con la detención de tres altos jefes penitenciarios del penal, acusados de integrar la organización. Parte de la organización le otorgaba los permisos y el “derecho de explotación” del centro de llamadas a los presos, mientras que otros se ocupaban del tráfico de celulares muros adentro y de la conducción de los operadores que estafaban “a discreción”.

Los investigadores comprobaron también incluso habían montado una suerte de call center “tumbero”, en el que contaban con una oficina con computadoras, con celulares y con todo tipo de tecnología. Se manejaban con total comodidad y sin ningún tipo de control.

 

Por Agencia