lunes, noviembre 25

¿Está Venezuela viviendo el final de su hiperinflación?

Venezuela lleva inmersa en la pesadilla de la hiperinflación desde noviembre de 2017, una época de cifras mareantes que derivó en una dolarización espontánea como boya de salvación. Sin embargo, en los últimos meses, el incremento de los precios ha comenzado a frenarse, lo que alimenta la esperanza de dejar atrás el mal sueño.

Según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), la inflación en mayo fue del 19,6 por ciento, mientras que en abril cerró en el 33,4 por ciento y en marzo fue del 9,1 por ciento. Por su parte, el Banco Central de Venezuela (BCV) reportó una inflación en mayo del 28,5 por ciento, del 24,6 por ciento en abril y del 16,1 por ciento en marzo.

De ese modo, la inflación se ha ubicado tres meses consecutivos, según ambas fuentes, por debajo del 50 por ciento que marca la hiperinflación, pues el OVF reportó en febrero un 50,9 por ciento, aunque el BCV la cifró en el 33,8 por ciento en ese mes.

Entre la cautela y el espejismo

Frente a estos datos, el decano de la facultad Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Ronald Balza, explicó a EFE que la hiperinflación comienza cuando en un mes supera el 50 por ciento y solo se puede dar por concluida cuando transcurren doce por debajo de ese porcentaje.

«Son doce meses sin volver a tener el 50 por ciento en un mes porque, una vez superas el 50 por ciento, las distorsiones que hay en el sistema fiscal y monetario son tan severas que hay que asegurarse de corregirlas para decir que la hiperinflación se detuvo», detalla.

Por eso, a la espera de que pase un año, Balza subrayó que «lamentablemente no se ha visto nada que nos haga pensar que sí se va a salir de la hiperinflación porque no hay corrección fiscal a la vista».

A su cautela se suma que, «más de una vez ha ocurrido», desde noviembre de 2017, que un mes la inflación supera el 50 por ciento, «luego vienen tres meses en los que no, y al cuarto mes vuelve a subir porque la máquina que genera la hiperinflación sigue activa».

Esa máquina es la del «desajuste fiscal severo que termina siendo solventando con emisión monetaria”.

«El Gobierno tiene una cantidad de gastos que nosotros desconocemos porque no conocemos el presupuesto, pero vemos que recibe una cantidad de bolívares del BCV que no sabes cuál es el destino y, esa cantidad de bolívares que va al Gobierno no sabemos cómo es su entrada a la economía, no sabemos por qué vía, y presionan los precios de un modo continuo», destacó.

Balza comparó la situación con la de Bolivia en la década de 1980, cuando, para superar la hiperinflación, «decidieron aumentar el precio de la gasolina», tal y como hizo el Gobierno de Nicolás Maduro en 2020, eso permitió que el Ejecutivo recibiera unos ingresos y «dejara de financiarse con el banco central».

A eso se sumaron préstamos internacionales que hicieron que «el hueco fiscal que había se llenase con ingresos internos y externos y dejó de usarse el banco central», lo que puso fin al ciclo hiperinflacionario.

«Todo va p’arriba»

En las calles, ese pequeño respiro apenas se nota, especialmente porque, tal y como dice Balza, la mayoría de la población ha sufrido un «empobrecimiento súbito» por la hiperinflación. El mesonero jubilado Alex Niebles lo ratifica: «‘p’arriba todo, no ha bajado nada, todo es una inflación».

«Actualmente no le veo ninguna estabilidad, todo es al contrario, una inflación que yo creo que aquí todo el mundo se está quejando, el sueldo no alcanza para comprar nada, nada, nada», subraya.

Niebles explica que «el dólar se ha impuesto» como moneda de pago, y «todo» producto tiene sus precios expresados en dólares. Eso sí, su pensión sigue siendo en bolívares, siete millones o 2,1 dólares, por lo que debe recurrir a la venta callejera para completar sus ingresos.

Con él coincide Edith Aponte, una ama de casa que si bien observa que los precios de los productos básicos como una bolsa de arroz o de harina de maíz -básico en la dieta venezolana- se mantiene en un dólar desde hace meses, considera que todo sigue «extremadamente caro» y el sueldo no «alcanza para absolutamente nada».

«Comemos y nos reducimos, yo soy ama de casa y compro una harina y tengo que tratar de rendirla; (los precios) están por las nubes, los huevos ni hablar, igual el queso para el desayuno», subraya.

Es la semilla que sembró la hiperinflación durante más de tres años y ha germinado con un empobrecimiento generalizado que resume Maikel Lugo, desempleado y padre un bebé de dos meses: «Esto es fatal, cada día la situación país se pone más dura».

La pesadilla todavía promete ser larga.

Por: Agencias / Foto: Cortesía