El periodista Terry Anderson, que fue secuestrado por terroristas islámicos en Líbano en 1985 y estuvo cautivo más de seis años, falleció en su casa de Greenwood Lake (Nueva York) este domingo a los76 años, según informó su hija Sulome a los medios estadounidenses.
El que fuera corresponsal jefe de la agencia AP en Oriente Medio, adonde llegó para cubrir la invasión israelí de Líbano en 1982 tras haber trabajado en Japón y Sudáfrica, tenía 76 años y había sido operado de corazón recientemente, reseñó EFE.
“Nunca le gustó que lo llamaran héroe, pero todo el mundo insistía en llamarlo así. Lo vi hace una semana y mi pareja le preguntó si había algo pendiente en su lista de cosas que quisiera hacer. Respondió: ‘He vivido tanto y he hecho tanto. Estoy contento’”, señaló su hija.
Anderson narró su secuestro a manos de milicianos de Hizbulá en su autobiografía “Den of Lions” (“Guarida de leones”), publicada en 1993 dos años después de su liberación.
Desde que regresó a EEUU llevó una vida itinerante como orador y maestro de periodismo en varias universidades como la de Florida, de la que se jubiló en 2015. Además, regentó un bar, dos restaurantes y un rancho de caballos.
Anderson demandó a Irán ante la justicia estadounidense que dictaminó en el año 2000 que el régimen iraní tuvo que ver con el secuestro de Anderson y le asignó una compensación millonaria de los activos iraníes congelados en Estados Unidos.
“Terry estaba sumamente comprometido con el periodismo presencial sobre el terreno y demostró una enorme valentía y determinación, tanto en su periodismo como durante los años que permaneció cautivo. Apreciamos enormemente los sacrificios que hicieron él y su familia como resultado de su trabajo”, dijo Julie Pace, vicepresidenta sénior y directora editorial de la AP, en unas declaraciones a los medios estadounidenses
El 16 de marzo de 1985, un día de descanso para él, fue a jugar al tenis con un compañero fotógrafo de AP y al dejarlo en su casa un grupo de hombres armados se le acercaron y lo sacaron de su vehículo.
Durante los casi siete años en los que fue rehén de Hizbulá, Anderson fue golpeado, encadenado a una pared, amenazado de muerte, encañonado en la cabeza con frecuencia y mantenido en confinamiento solitario durante largos periodos, según contó en su libro.
Su liberación, como la de otros rehenes de países occidentales en Líbano, fue fruto de una negociación liderada por el diplomático italiano de Naciones Unidas Giandomenico Picco , fallecido en marzo de este año.
La Iglesia de Inglaterra se involucró también en la liberación de los rehenes y envió a Líbano a Terry Waite, quien en 1987 fue también secuestrado mientras realizaba su misión y no fue liberado hasta 1991.
Por Agencia