Con la intención de mantener viva la memoria histórica, la organización Gritemos con Brío lanzó su nueva campaña titulada «¿Dónde Estuvimos?». Esta iniciativa busca fomentar una revisión crítica de los últimos diez años trastocados por miles de protestas.
La campaña es una invitación a la sociedad a participar activamente en la reflexión sobre el pasado reciente. La idea es contrarrestar la normalización del discurso oficial impuesto desde el poder. A lo largo de estos años, diversos acontecimientos políticos, sociales y económicos han dejado una huella profunda en la sociedad, y es esencial examinarlos de manera minuciosa para comprender la complejidad de nuestra realidad.
Por tal motivo, hay que destacar que, en la última década, «Venezuela ha experimentado una vorágine de protestas que ha dejado una profunda marca en la vida política, social y económica del país sudamericano. Desde 2014, diversas ciudades del país se han convertido en escenario de manifestaciones que reflejan el descontento de la población ante una serie de crisis que han afectado todos los aspectos de la vida cotidiana».
El descontento popular «se ha alimentado de diversos factores, entre ellos la crisis económica, la hiperinflación, la escasez de alimentos y medicinas, y la falta de servicios básicos. No obstante, en años anteriores las razones de protestas en años como 2014 y 2017 han sido por factores políticos que han exacerbado a la ciudadanía».
La juventud venezolana «ha desempeñado un papel activo y protagónico en las manifestaciones, expresando su descontento y demandando cambios en la situación política y económica. Su participación en las calles ha sido fundamental para la movilización social y la defensa de sus derecho»s.
Sobre esto, Rodolfo Paredes, coordinador de Todos por la Educación en el estado Trujillo, opina que estas protestas además de ser una expresión de ese malestar social, son un claro mensaje de participación ciudadana, por la idea de vivir en democracia. A su juicio, estas protestas en algunas oportunidades han contado con un mal liderazgo.
“Hemos ido aprendiendo sobre lo que es la lucha no violenta en contextos autoritarios sobre la marcha. A pesar de que hemos tenido una gran participación de la ciudadanía en las protestas de los últimos años, aún no conseguimos reeditar escenarios como los de 2002. Se ha apostado mucho a la espontaneidad y la generación de grandes expectativas, dejando de lado la organización de los distintos sectores”, detalla Paredes.
En 2014, las protestas estudiantiles exigían mejoras en la calidad educativa y denunciaban la represión gubernamental. Dichos eventos estuvieron enmarcados en el plan “La Salida”, el cual nació el 23 de enero de 2014 y tenía como fin lograr una salida pacífica, democrática y constitucional al gobierno madurista. Ese año se registraron más de 9,000 manifestaciones, reflejando la magnitud del descontento.
Hernán Bethelmy, coordinador de la alianza Todos por la Educación en Bolívar, define esta última década de protestas con dos palabras: “resistencia y esperanza”, porque muchos de los que protestaron en 2014 se mantienen en actitud de manifestación y creen en la posibilidad de un cambio de sistema, más allá de todas las trabas.
Protestas como las de 2014 y las de años «siguientes tuvieron una incidencia importante en el proceso masivo de migración. En este sentido, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señaló que más de 7.7 millones de personas han abandonado el país hasta la fecha, generando tensiones en las naciones vecinas y desencadenando debates sobre la respuesta internacional a esta crisis migratoria.»
Bethelmy ha participado en protestas desde hace 10 años, «siempre desde diversos espacios de liderazgo y en todas con la intención de lograr un cambio. Insiste en que como joven es muy abrumador este panorama porque protestar es hacer frente a múltiples realidades que representan un riesgo como: detenciones, persecuciones, represalias o el simple hecho de vivir psicoseado».
En Bolívar «ve con preocupación la censura y la falta de espacios para difundir llamados a las protestas. Son las redes sociales nuestra única vía para dar a conocer nuestras necesidades. En los demás espacios está la bota montada y aún así logramos una buena convocatoria”.
A pesar de varios intentos de diálogo, «la situación política sigue sin resolverse. Tantos diálogos infructuosos han terminado por empeorar las sensaciones de inconformidad y enojo de la población, lo cual se cristalizó en 2017 mediante las protestas contra la Asamblea Nacional Constituyente, las cuales dejaron un saldo de al menos 125 personas fallecidas, según la Fiscalía General de la República, aunque ONG como Justicia, Encuentro y Perdón o Sin Mordaza hablan de 160 muertos».
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) reporta que el 79 % de los venezolanos considera la situación política como «mala» o «muy mala».
Tras 10 años de lucha, Luisa Díaz, coordinadora de Todos por la Educación Zulia, ve un resultado cargado de caos. “En fechas como 2014, 2017 o 2019, la idea de un cambio de sistema no era tangible porque no había elecciones cerca, pero ahora que sí tenemos elecciones las manifestaciones se han desactivado”.
Díaz es aún más directa y afirma representar a este bloque de venezolanos que se incorporan a la mayoría de edad. Para ella hay una gran desconexión por parte de los políticos hacia los requerimientos de los jóvenes, pero también durante los grandes periodos de protestas ella era muy pequeña. “Nací en el 2003”.
Ver el panorama con los ojos de otra generación la hace sentir que dichas protestas “no fueron una solución, lejos de mejorar estamos peor y se tendría que repensar la forma de manifestarse entender que esto de pararse en una esquina, levantar unos carteles y hacerse unas fotos no es efectivo”.
Para Díaz, la falta de estrategia, de alcance y de lo que se quiere lograr han sido los talones de Aquiles de las protestas venezolanas a lo largo de una década. Además, Díaz opina que las ONG no se están involucrando en las protestas como muchos esperan, mientras que buena parte de la población vive en estado de trauma cada vez que escucha, lee o percibe algo llamado “protesta”.
Sin embargo, este activismo juvenil no ha estado exento de desafíos. La confrontación entre manifestantes y fuerzas de seguridad ha llevado a situaciones de represión y violencia, con detenciones arbitrarias y violaciones de derechos humanos que han impactado directamente a la juventud. Esto, más allá del aspecto negativo, ha servido para que la juventud se articule y trabaje en equipo para crear una mejor sociedad civil.
Sin embargo, Adriana Adrián, representante de Todos por la Educación en Nueva Esparta, enfatiza que aunque las protestas han disminuido en cantidad de participación diariamente en todo el país, hay manifestaciones pequeñas en comunidades por problemas básicos. “Es otro ciclo, pero la red de solidaridad sigue siendo un determinante en estas protestas”.
A medida que Venezuela se adentra en el 2024, el país enfrenta enormes desafíos. La resolución de la crisis requerirá un compromiso genuino de todas las partes involucradas, así como el apoyo continuo de la comunidad internacional. La esperanza de un cambio positivo persiste, pero la incertidumbre sobre el rumbo político y social de Venezuela sigue siendo palpable.
Por Nota de Prensa