«A diferencia de algunos políticos, puedo admitir un error»
Nelson Mandela
Escándalo, alharaca, ruido y alboroto causaron hace solo días afirmaciones del gobernador del Zulia, Manuel Rosales Guerrero, cuando dijo que es responsabilidad de la dirigencia política opositora venezolana no asumir los «errores» que han originado la permanencia del chavismo en el poder durante 24 años. El significado de la tragedia social que golpea a la gente lo convencen que a lo largo del tiempo en mucho se ha fallado, pero no ha habido el valor en otros admitiendo esa «mea culpa», recordando, diríamos, la frase bíblica irrebatible cuando Jesús de Nazaret le expresó a fariseos y escribas que «quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Sus palabras, era de esperarse, desatarían en su contra una verdadera oleada de descalificaciones y ataques a través de las redes sociales de los llamados guerreros del teclado, laboratorios de guerra sucia y mercenarios de la palabra. También de antiguos y actuales adversarios que no le perdonan a Rosales Guerrero, ser algo parecido a una especie de olfebre de la política. Su estilo le ha permitido la calificación de ser un buen estratega a lo largo de una exitosa actividad política y gubernamental.
La percepción en la gente es que es organizado, sin complejos, paciente, exigente, tiene olfato político, disciplinado, es agudo, escucha y consulta opiniones. Cuando se ha equivocado corrige el error. Sabe ganar y perder. No es ni cree ser perfecto. Eso, en buena medida, avala un largo recorrido de victorias, triunfos y logros electorales a lo largo de más de 30 años en la arena política que en su momento hasta al propio Chávez Frías lo desencajaba.
Los venezolanos no olvidamos que, al fundador de Un Nuevo Tiempo, el líder de la Revolución del Siglo XXI le prometió en el año 2008 desaparecerlo cuando en un acto público aseguró que a «Manuelito desgraciao te voy a borrar del mapa político, desgraciao, mil veces desgracio». Sin embargo, por tratarse que la historia es otra, digamos, a Manuel Rosales quizá este momento le permite reafirmar hoy que tiene sus “ideas bien claras y definidas desde el primer día que llegó este sistema de Gobierno al país. No lo comparto, lo he combatido y seguiré haciendo todo lo que tenga que hacer para que esto cambie, porque ha sido una tragedia para Venezuela”.
Por eso, al decir lo que tenía que decirse, sin ambages, ni escondiéndose o sin rodeos lo hizo no para complacer graderías, élites, satisfacer gustos o causar agrado. El mérito es haberlo hecho sin medir que pierda o no popularidad, sentir algún temor o seguro buscó desmontar señalamientos de adversarios que lo acusan de estar amarrado, comprometido y alineado con el chavismo. Contrariamente, demostró que ser auténtico es sinónimo de credibilidad. Otros, seguro lo pensarán antes de estar dispuestos a declarar y decir lo que ya sabemos dejó de ser un secreto a voces. Eso alguna vez el país político tendrá que reconocérselo al Gobernador del estado Zulia.
En la declaración pública y a través de un espacio radial nacional, el gobernante zuliano ha reiterado la gran verdad con la que cada mañana despertamos los venezolanos, sobre la responsabilidad de Hugo Chávez Frías (+) y Nicolás Maduro en la desgracia que llevó a hacernos un país en vías de desarrollo, a convertirnos y colocarnos, en estas dos últimas décadas, entre las primeras naciones del mundo en miseria extrema, pobreza, destrucción de la economía, índices adversos en salud, educación, servicios públicos, corrupción galopante y en tener el primer lugar en la más grande oleada de migrantes que supera los ocho millones de personas, no atribuible su salida a conflictos bélicos o consecuencia de desastres naturales.
Los actuales son los tiempos más difíciles que registra Venezuela en su vida de joven nación, donde poseer en abundancia riquezas minerales no ha sido garantía que la gente tenga una mejor calidad de vida. Decir que un gobierno lo ha hecho mal o bien es obligado conocerlo, saberlo, usando la balanza de su actuación pública. El desempeño, desenvolvimiento y cuales han sido sus resultados, lo determina por igual en cualquier extremo la inclinación de la aguja. El péndulo de lo efiente o deficiente ha llenado a unos de gloria y a otros los ha sepultado en el olvido. Nunca olvidemos que en 1998 al país le vendieron un discurso basado con la idea de cambio, revolución, novedad y entusiasmo. Salir del Puntofijosmo, decían, era lo mejor que podía pasarle a Venezuela.
Sin embargo, creo que los miles, millones, que creyeron en esa promesa y votaron entusiasmados, pero engañados, –24 años atrás–, hoy piensen lo contrario. Errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios. En la oposición venezolana hay quienes creen que hay que buscar a un líder perfecto. Eso nunca será posible mientras impere la envidia, odio, personalismo, ciega ambición, exceso de pasión, mesianismo y no exista un sentido de unidad verdadero. Ni el gran Simón Bolívar bañado de gloria, fama y popularidad logró ser a los ojos de seguidores y adversarios un ser perfecto. Solo Dios es único y perfecto.
Rosales Guerrero en su crítica que ha levantado resquemores en unos y simpatías en otros, tocó el tema de una verdad del tamaño de una catedral, cuando aseguró que la inmensa mayoría de los migrantes venezolanos que han salido y siguen huyendo, buscando una mejor calidad de vida, deben tener uno, dos y hasta tres empleos para sostenerse y enviar algo de dinero a su familia. Otros en cambio, privilegiados «líderes en el exilio», opinadores en las redes sociales, derrochadores de físico y hasta distinguidos con aureola propia, no están muy interesados que llegue el momento de salir del gobierno de Miraflores.
Sabe bien que cuando el río suena piedras trae, porque «hay políticos o grupos de políticos que están fuera del país y no trabajan de Uber –taxista– ni en la construcción y ganan cinco mil, diez mil o veinte mil dólares sin trabajar. Eso lo podemos discutir. El noventa y nueve por ciento de los venezolanos que están fuera se comen un cable. Y los que están en Venezuela tienen un sueldo miserable mientras este pleito sigue». Cree que esa realidad de la tragedia de la diáspora «a algunos les conviene y a Venezuela la destruye. El régimen es el principal responsable de la situación, pero los políticos que hemos tenido la oportunidad de cambiar esto no lo hicimos ¿Entonces son héroes?».
Además, por si alguno se siente aludido dejó claro que «a mí no me gusta entrar en estos debates públicos, pero quien quiera podemos debatirlo públicamente. Podemos hablar las cosas con claridad y con toda la transparencia que quieran. Es muy fácil estar en un país, fuera de Venezuela, viviendo con la familia, con las mejores condiciones y ganando cinco, diez mil dólares y la gente pasando por El Darién. Eso no es justo. A esto hay que ponerle un fin y todos tenemos la responsabilidad de hacerlo. Yo tengo que hablar claro. Nosotros no podemos seguir vendiendo humo, mentiras a la gente, mientras este país es rico. ¿Una potencia en petróleo, gas y oro, pero para qué? Eso no es lo que los venezolanos queremos».
¡Amanecerá y veremos!
Por: José Aranguibel Carrasco / Ilustración: Feyo