viernes, noviembre 22

Llanto del bebé guió para rescatar a los niños en la selva

A medida que pasan las horas y tras cuatro días de ser recatados, se van conociendo nuevos detalles del momento en el que se produjo el encuentro entre los equipos de búsqueda y los menores que llevaban más de 40 días desaparecidos en la selva de Guaviare.

Este lunes (12 de junio) Edwin Manchola, quien fue el primero en ver a los niños rescatados narró que se encontraba junto con otros cuatro indígenas de su pueblo Jirijiri, cuando escucharon el llanto de la bebé de un año Cristin, que estuvo a la deriva perdida junto con sus tres hermanitos en la zona selvática del Guaviare y Caquetá, reseñó Semana.

Y aunque ese grupo llevaba más de 25 días internados en la espesa selva, trabajando conjuntamente en la búsqueda con los miembros de las Fuerzas Militares, ese momento marcó un punto de inflexión. Terminarían así semanas de angustia, zozobra e incertidumbre.

“Yo vi el objetivo, primeramente, vi que una rama se movió a una distancia de unos 30 o 40 metros, aproximadamente. Escuché que los niños lloraron y yo les dije a mis compañeros: ‘Manito son los niños, vamos’ y el otro compañero (Miguel Romayo Capojui) corrió y les habló en idioma y los niños reconocieron inmediatamente”, relató a Noticias Caracol.

Destalló que de inmediato “ellos (los niños) corrieron hacia el compañero Nicolás, él fue el primero que los abrazó y les dio esa voz de aliento”.

Por su parte, Romayo Capojui, quien es jefe de la guardia Murui del Putumayo, dio también su versión del momento del encuentro con los cuatro niños, sobrevivientes del accidente de la avioneta.

Narró que las personas que hacían parte del grupo “iban caminando agachados rastreando, iban mirando, cuando llegó el momento que uno de ellos dijo: ‘Los niños’, (después de escuchar el llanto)”.

Y aunque ese grupo llevaba más de 25 días internados en la espesa selva, trabajando conjuntamente en la búsqueda con los miembros de las Fuerzas Militares, ese momento marcó un punto de inflexión. Terminarían así semanas de angustia, zozobra e incertidumbre.

“El otro, pues no creyó y el otro levantó la cabeza y cuando el compañero Nico levantó la cabeza la niña estaba parada y lo que él manifiesta es que la niña tenía un niño en el brazo y el otro agarrado en la mano”, indicó.

En el momento que hacía la narración, su voz se entrecortó, pero en un esfuerzo enorme por no quebrantarse, destacó el momento en el que vieron a los menores.

Manchola relató que cuando se encontraron los niños, todo fue alegría, incluso ellos reaccionaron de la misma forma y les hicieron varias preguntas.

“Ellos prácticamente reaccionaron con alegría, haciendo preguntas, nosotros le decíamos: ‘Venimos de parte de su abuelo, de su papá, nosotros somos su familia’. Inclusive el niño se levantó y dijo: ‘Tengo mucha hambre, quiero comer fariña, quiero comer arroz con chorizo’, quería tomar chicha de milpes”, aseguró.

Reconoció la manera como los menores superaron las dificultades en medio de la selva. Señaló que incluso que el improvisado campamento donde los encontraron es una muestra de la resiliencia y de la capacidad para sobrevivir.

“Ellos tenían un toldillito y dentro tenían hojas de platanillo, hojas de bijao tendidas como colchón y encima lo que lo cobijaba era también eran hojas de bijao para qué tal vez el agua no le cayera cuando lloviera”, dijo Manchola.

Reconoció que pese a eso, las condiciones no eran las mejores y prácticamente podrían haber sucumbido a las circunstancias y al tiempo habían transitado por la selva.

“Ellos ya estaban en las últimas, ellos ya no tenían fuerza, ellos ya no podían coger un palo y golpear una bamba porque ya las fuerzas no les daba, no podían gritar porque ya la voz no les daba”, señaló el hombre.

Romayo por su parte, dijo que en el momento del encuentro hubo abrazos, cargaron a los niños, los hidrataron e hicieron un ritual de sanación y liberación.

“Hicimos un venteo con tabacos, les dimos agua bendita, quemamos un poco de incienso como para tratar de quitar ese mal humor que tenían ellos, el calor de la selva y que ellas acogieran el calor nuestro, calor humano, en otras palabras, de la oscuridad a la luz”, dijo

Los dos coincidieron en que luego de hallarlos y prestarles algunas ayudas, con los niños en brazos y tras más dos horas de caminar en la selva, se encontraron con el grupo de las Fuerzas Militares, que fue el encargado de informar la noticia que mantuvo en vilo a los colombianos.

Los cuatro menores permanecen en el Hospital Militar Central de Bogotá donde reciben atención médica, aunque se informó que se encuentran en buen estado de salud.

 

Por Agencia