El primero representa el poder militar en Sudán mientras el segundo lidera un grupo de milicias que se formó en Darfur. Antaño amigos, los generales Abdel Fatah al Burhan y Mohamed Hamdan Daglo se enfrentan ahora por el control del país.
Al Burhan es el dirigente de facto de Sudán desde el golpe de Estado de octubre de 2021. Nacido en Gandatu, un pueblo situado en el norte de Jartum, el general de 62 años se alzó como una de las pocas figuras que generaba consenso para liderar el país.
Excomandante del ejército durante el mandato del derrocado dictador Omar al Bashir, Al Burhan pensaba contar con la lealtad de su segundo, el general Mohamed Hamdan Daglo, conocido también como «Hemedti».
Ambos protagonizaron el golpe que puso fin a la transición de Sudán hacia un gobierno civil. Pero los dos bandos libran actualmente encarnizados combates que ya dejaron más de 100 civiles muertos y se acusan mutuamente de la violencia.
Al Burhan es acusado por sus adversarios de ser un caballo de troya de los islamistas y caciques de la época de al Bashir, que gobernó el país con mano de hierro durante 30 años.
Tras la caída de Bashir en 2019, al Burhan dirigió el Consejo Soberano junto a los partidos políticos civiles para encaminar el país hacia la democracia.
Pero antes del golpe, el general, que pasó por las academias militares de Sudán, Egipto y Jordania, detuvo a casi todos los ministros y responsables civiles.
Sus hombres lo describen como «un comandante que sabe liderar sus tropas», según aseguró un oficial a AFP en el momento del golpe.
El general, padre de tres hijos, coordinó el envío de tropas sudaneses a Yemen, según los medios locales. También impulsó la normalización de las relaciones con Israel y mantiene buenos vínculos con el vecino Egipto.
De Darfur a Jartum
En el Golfo, sin embargo, muchos observadores apuntan a que Daglo, su ahora enemigo, logró imponerse mejor.
Nacido en 1975 en una tribu árabe en la frontera con Chad, Daglo logró crear aliados en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita tras enviar sus hombres a combatir en Libia o en el seno de la coalición militar liderada por Riad en Yemen.
Actualmente cuenta con una ventaja de peso. Sus Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) creadas en 2013 e integradas al ejército regular, controlan numerosas minas de oro, recuerda el European Council on Foreign Relations. Y Estados Unidos asegura que cuentan con el apoyo de los paramilitares rusos del grupo Wagner.
A lo largo de los años, Hemedti se ha impuesto como un actor clave en el país. A inicios de los 2000, era apenas el jefe de una pequeña milicia del Oeste.
Pero tras numerosas batallas, incursiones y otras atrocidades que le valieron al dictador al Bashir acusaciones de crímenes de guerra, el general logró hacerse un hueco en la cima del poder.
Daglo dirigió las milicias Janjawid a las que al Bashir ordenó aplicar la política de tierra quemada contra las minorías étnicas no árabes en Darfur en 2003.
En la época, «la élite de Jartum lo veía como un delincuente analfabeto y advenedizo al que armaron sólo para que hiciera el trabajo sucio de la guerra de Darfur», declaró a AFP Alan Bosweel, investigador del International Crisis Group.
Cientos de miles de muertos después, Hemedti logró ampliar su esfera de influencia desde esta región, donde aún tiene sus cuarteles, hasta Jartum.
Sus hombres, integrados en las RSF, intentan ahora arrebatar el poder al ejército.
Pero durante el golpe de 2021, Daglo ofreció su ayuda a al-Burhan. El hombre asegura ahora que ha cambiado y se alinea con los civiles para denunciar al ejército.
Desde hace meses, usa las redes sociales para dirigirse a los más jóvenes, en un país en el que dos tercios de la población tienen menos de 30 años.
Por: Agencias / Foto: Cortesía