miércoles, diciembre 18

La plaza Tupac Amaru en Cusco, punto neurálgico de la movilización contra el poder en Perú

Puño en alto, la estatua ecuestre negra de Tupac Amaru II parece estar alentando desde el siglo XVIII a los manifestantes que piden la renuncia de la presidenta Dina Boluarte en Cusco, capital inca y turística de Perú, sacudida por manifestaciones que dejan 47 muertos desde diciembre.

La plaza Tupac Amaru, que lleva el nombre del héroe inca que luchó contra los colonizadores españoles, es el punto de encuentro cotidiano de los manifestantes en la ciudad.

Esta mañana, dirigentes de todas las profesiones piden en el micrófono «seguir la lucha«. Los discursos se parecen unos a otros: reclaman sin cansarse la renuncia de Boluarte, la disolución del Congreso y elecciones generales inmediatas. Se llama a manifestarse por la tarde.

Un centenar de personas grita los lemas habituales: «Dina asesina, el pueblo te repudia«, hacen sonar bocinas y agitan banderas peruanas rojas y blancas, o andinas.

Cuatro tiendas de campaña, una decorada con un corazón rojo que dice «te amo«, fueron levantadas en la plaza. Allí se preparan las ollas comunitarias, en donde cocinan el desayuno y el almuerzo de los manifestantes.

«Fuerza para los guerreros»

Las mujeres cocinan lentejas y judías marinadas, muchas veces vestidas con su ropa tradicional andina: chal multicolor, falda de tela y gruesos calcetines, sombreros en la cabeza.

Julia Chuquirimay, de 42 años, comerciante de Cusco, pela bananos verde en un enorme cubo.

«¡Es fuerza para los guerreros! ¡Para que puedan luchar con más fuerza y ganas! Es importante hacer comida ahora, para los hermanos que vienen de diferentes lugares, a veces sin comer. Es un trabajo colectivo«, declara.

La víspera, la ducha no enfrío los ánimos de los centenares de manifestantes que vinieron de pueblos en los alrededores de Cusco para manifestar en la ciudad.

Menos valiente

En las cocinas existe una verdadera línea de producción: una mujer pone arroz en un recipiente de plástico, una segunda lo cubre con lentejas y una tercera le agrega cebolla fresca. El menú es el mismo para los cientos de personas en la fila.

Venida desde Ccorca, cerca de Cusco, Antonia Ccolque, 45 años y el rostro surcado por el trabajo, «trajo papas con amor. Trabajamos para nuestros amigos campesinos. Queremos la salida de Boluarte«.

Cubierto de plástico para protegerse de la lluvia, Juvenal Quispe, 31, también de Ccorca, asegura haber «venido a protestar contra Dina y (por) el cierre del Congreso. Agradecemos a la olla común esta comida que nos brindan. ¡Con esta comida vamos a poder seguir con las protestas con más gente! ¡Hasta el final!«.

El viernes, varios centenares de personas se reagruparon previo a la manifestación de la tarde.

Aprovechan para saludar a un relevo: dos buses traen manifestantes de Lima, mientras otros se preparan para subirse y viajar hacia la capital.

«Hay que tener gente en Lima porque en Lima hay los ministerios, el Congreso, las embajadas. Se nos escucha más«, afirma Francisco Condori, de 63 años, originario de Canas, en la región de Cusco. Acaba de pasar una semana en Lima y promete volver.

«La gente de Lima no tiene valor. Osea, no tiene fuerza ni valor. Eso la gente provincial tiene valor porque siente en su corazón. Vamos a hacer relevos en Lima«, asegura sentado en el bus Hernan La Torre, de 50 años, comerciante.

«El pueblo, unido, jamás será vencido«, grita la multitud cuando los dos transportes se disponen a partir.

Algunos pasajeros amarran sombreros a las ventanas con pequeñas cuerdas: cada quien echa en ellos piezas y billetes para «respaldar la lucha en Lima«.

En la plaza, Edilberto Huarancay, 50 años, un cocalero que también vive de la venta de cítricos, espera. Venido desde Concecion, hizo 8 horas de bus para llegar a Cusco. Gana 200 soles por mes, alrededor de 52 dólares. «Es poco, nosotros los campesinos (…) vivimos de la tierra«.

Se enoja cuando se evocan las acusaciones – formuladas, entre otras personas por la presidenta – de que hay financiamiento del narcotráfico a las manifestaciones. «Esa mujer está loca. Nadie nos da nada. Queremos manifestar. Estamos unidos y con más fuerzas. No tenemos miedo, ¡ Con moral en alto!«, afirma.

Por: Agencia