La Segunda Guerra Mundial, el peor conflicto armado que ha vivido la humanidad en toda su historia, dejó un gran ganador y a un gran perdedor. A pesar de que los aliados estaban encabezados por Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética, fue el gigante del norte quien sacó el mayor provecho al derrotar a Hitler, Mussolini y su bloque.
Con la post guerra se instauró un orden mundial con los americanos a la cabeza, que con el pasar de las décadas se fueron afianzando poco a poco y con temple se ganaron el apodo de la “policía del mundo”.
Con frecuencia observábamos tropas norteamericanas ingresar a conflictos armados de diferente índole en distintas zonas geográficas del planeta. La guerra de Corea, la guerra de Vietnam, tormenta del desierto en Irak, la guerra Santa en contra de los talibanes en Afganistán y así sucesivamente, muchos de estos conflictos estaban apegados a las leyes internacionales, otros de ellos no tenían mayor justificación, pareciera que respondían a intereses de las diferentes administraciones que ostentaban el poder desde la Casa Blanca.
Sin embargo, si algo se pudiera destacar de esta actitud de los americanos es que de una u otra forma mantenían a raya las autocracias, evitaban la propagación del comunismo, luchaban abiertamente contra el narcotráfico. No puedo asegurar que el planeta era más seguro, pero sin duda reinaba una sensación de seguridad que terminaba auto-regulando a las élites mundiales.
Ahora bien, ese país fuerte que sin miedo mostraba toda su fiereza militar, con una política internacional clara en cuanto a la NO negociación con terrorista y violadores de DDHH, como era EEUU, se ha venido matizando en los últimos años; el mundo entero ha sido testigo cómo la Casa Blanca ha tomado decisiones contradictorias en su política exterior. Es cierto que se han generado cambios de mando en la presidencia, demócratas, republicanos y nuevamente los demócratas; pero algo que caracterizaba a este sistema era la continuidad en su política exterior, tener claro quiénes eran sus rivales, quiénes sus aliados y sus preocupaciones.
Podemos enumerar una serie de casos de las incongruencias en la toma de decisión por parte de EEUU, pero como nos interesa nuestro caso, hablemos sobre Venezuela.
El expresidente Obama en 2015 coloca a nuestro país en una lista poco deseable, Venezuela es declarada una “amenaza para la seguridad nacional de EEUU”, esta decisión evidentemente generó una serie de pronunciamientos por parte de los voceros de Maduro y produjo una mayor erosión en la relación entre ambos países, vale acotar que ya en ese momento la relación estaba bastante deteriorada y esta decisión política acentuó la crisis entre Miraflores y la Casa Blanca.
En el 2017 vuelven al poder los Republicanos de la mano de uno de los presidentes más polémicos de su historia, Donald Trump, un líder definido como incorrecto, radical en la gran mayoría de las decisiones.
Trump no tardó mucho en referirse a Maduro como dictador, violador de DDHH, responsable de la mayor crisis humanitaria en la vida del continente. Con esta posición se oficializaba su postura respecto a Maduro y desde ahí en adelante vinieron las sanciones, el reconocimiento a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, producto de la usurpación del poder por parte de Maduro y, con ello se rompen formalmente las relaciones diplomáticas y el cierre de la embajada americana en Caracas.
Con Guaidó de aliado se promovió su reconocimiento en la mayoría de los países con los cuales Venezuela tenía relación, se profundizaron las sanciones para producir la asfixia económica del régimen y el aislamiento diplomático impedía o al menos dificultaba los negocios a la cúpula roja.
Y cuando los venezolanos creíamos que esta actitud americana se mantendría en el tiempo, cambió el mando en el norte, ahora el inquilino de la Casa Blanca era el vicepresidente de Obama y ahora, actual presidente Joe Biden. Volvían los demócratas después de 4 años de los halcones en el poder.
En las primeras de cambio el Departamento de Estado aseguró que la política hacia Venezuela sería la misma, reconocimiento a Guaidó y a la Asamblea Nacional del 2015 y utilizar todas las herramientas para que en Venezuela se garantice elecciones libres, justas y verificables.
Si bien, Biden no tenía la energía de Trump, la mayoría confiaba en sus capacidades y en su compromiso con nuestro país y con las democracias del mundo. Sin embargo, la política exterior de la administración Biden ha venido cambiando considerablemente en todos los aspectos y con la mayoría de los países en los que se encontraban involucrados. Le retiró el apoyo a la naciente democracia afgana, lo que originó que volvieran los talibanes al poder instaurando su mandato de terror. Empezó a entablar puentes con Cuba y su dictador Díaz Canel, suavizando sanciones y se dieron los primeros pasos para la reapertura de la embajada.
Con Venezuela la actitud no fue muy diferente, se frenaron las sanciones, se enviaron en dos oportunidades comisiones de senadores para entablar diálogo con Maduro, se le otorgó la licencia a Chevron para que la trasnacional petrolera pudiera nuevamente explotar el crudo en nuestro país. Y la cereza del pastel, ocurrió la semana pasada, EEUU cambió 180 grados su política de NO negociar con terroristas y acordó un intercambio de prisioneros, gerentes de CITGO a cambio de la liberación de los sobrinos de la señora Flores.
Nos alegramos por esas personas que hoy están en libertad, no debieron estar ni un minuto preso, pero intercambiar inocentes por personajes que ya habían sido juzgados por narcotráfico y ya cumplían condena en el sistema penitenciario americano, es insólito, absurdo e incoherente.
Definitivamente, El norte perdió el norte, y ha cedido terreno ante las autocracias; Rusia, China e Irán hoy encabezan el nuevo orden mundial mientras EEUU se observa así mismo un poco confundido, tal como se aprecia a Biden en cualquier alocución. Si bien en esta columna no apoyamos la supremacía de ninguna de las élites mundiales, preocupa que las autocracias ganan espacios importantes y se consolidan como una alternativa que en el largo plazo generarán más problemas que soluciones.
Nuestra reflexión final es para que los venezolanos nos unamos y nos apoyemos y dejemos de esperar que caiga una solución del norte o cualquier punto cardinal, el cambio debe producirse desde adentro, desde la Venezuela profunda que grite con fuerza: ¡ES HORA DE CAMBIAR!
Por Ángel Machado