Juan Luis Guerra con sus merengues y bachatas de poesía popular y Rubén Blades en calidad de «intelectual de la salsa», dos astros latinos que nunca habían coincidido en el mismo sitio en Europa, pusieron un broche memorable al primer gran Cruïlla sin restricciones en Barcelona.
El festival, como dice su nombre y da cuentas su ecléctico cartel, apuesta por la variedad musical y de perfil de público, una filosofía muy certera en la noche de sábado en el Parc del Forum, que atrajo a miles de latinos residentes en Barcelona (noreste) poco habituales del festival.
«¿Dónde están los dominicanos?, ¿y los venezolanos?, ¿los colombianos?, ¿los de Puerto Rico?, ¿México?, ¿Perú?, ¿Ecuador?», preguntó un Juan Luis Guerra sabedor de la diversidad de su público en la capital catalana.
El recital del dominicano empezó con Rosalía y después llegaron los merengues y las bachatas animadas hasta llegar a un medio tiempo donde cayeron dos de los clásicos del artista: Frío, frío y Burbujas de amor.
Guerra, que dio espacio al lucimiento de la banda 4.40 que le acompaña, y se puso íntimo con una versión lenta de Ojalá que llueva café, levantó al público con otros temas como Visa para un sueño hasta llegar al esperado clímax de Bilirrubina, que no dejó a nadie quieto.
«No a la Guerra, sí a Juan Luis», decía uno de los lemas del festival Cruïlla de este año, un buen resumen del ambiente festivo y de comunión de la cita que unió por primera vez en Europa a las dos leyendas de la música latina.
Tras una pequeña tregua para que las caderas reposaran y las gargantas se hidrataran, llegó el turno del salsero de Rubén Blades, que en su única función en Europa este verano ofreció una exhibición de energía y sabor que se alargó más de dos horas, lo mínimo para poder repasar su prolífica y exitosa discografía.
Acompañado de la veintena de músicos de la Big Band de Roberto Delgado, el Poeta de la Salsa, que acumula más de 50 años sobre los escenarios y más de una veintena de premios Grammy, empezó disparando clásicos del calibre de Caminando, Decisiones o Pablo Pueblo, desatando desde el principio el furor «bailongo».
El panameño tuvo un recuerdo para músicos locales como su amigo Joan Manuel Serrat, los Stay Homas – a los que acompañó el jueves en su actuación en el Cruïlla-, la Orquestra Plateria o Rozalén.
Las parejas de baile proliferaron entre el diverso público que aclamó sin cesar a Blades, quien demostró un estado de forma envidiable a sus casi 74 años (los cumple en una semana).
Combinando clásicos con nuevos temas de su último disco Salswing!, el ritmo no ha decaído en ningún momento y alcanzó su cenit con Maestra Vida, Pedro Navaja y Patria.
La de este sábado fue la noche con más asistencia de público, cerca de 25 mil entradas vendidas.
En total, se acercaron a las 75 mil entradas pre pandemia, sin contar las de última hora, contaban desde la organización.
El festival Cruïlla regresó en formato pleno sin restricciones desde este miércoles al Parc del Fòrum de Barcelona por primera vez tras el parón de la covid fiel a su ecléctico menú musical, que es ya marca de la casa y que este año tiene un objetivo muy claro: «hacer que la gente vuelva a bailar», contó a EFE hace unos días su director, Jordi Herreruela.
Y así lo consiguieron este fin de semana Duran Duran, Jack White, Residente, Molotov, Rozalén, Zahara y Joe Crepusculo, sin olvidar a Rigoberta Bandini, el punto de encuentro de la mayoría del público el viernes noche, que no se querían perder ese ya himno feminista llamado Ay Mamá.
La actuación de la catalana, la primera desde que dijo a principios de semana que se tomaría un tiempo de descanso, también incluyó la presencia de Amaia, que canta con ella el nuevo tema Así bailaba, revisión empoderante de la canción popular Así planchaba, así, así.
Por: Agencias / Foto: Cortesía